China los esperaba con promesas nuevas. Aun así, antes de ir al aeropuerto, Gracia pidió una parada.
—Solo será un momento —dijo, con voz tranquila, mientras el auto se arrancaba.
Maximilien la miró a los ojos, leyó lo que no dijo y asintió. Hope dormía en su silla, chupándose los labios. Antonia llevaba una mochila con lo indispensable de la niña y un rosario apretado entre los dedos.
Fueron en silencio hasta la vieja mansión. Franco ya había firmado la compra, pero Gracia necesitaba recoger unos papeles. Maximilien lo entendió de inmediato: no eran solo papeles.
—No tardes —pidió él, tomándole la mano.
—Prometido, mi amor, solamente será un momento.
Gracia se bajó del auto sintiendo que el corazón se le iba a salir del pecho, aunque sus piernas temblaban, de verdad que si había cosas que debía recoger.
Buscó la llave en su viejo escondite, debajo de la maceta del escalón. Todavía estaba allí.
Al abrir, un olor a polvo la recibió como un golpe. Caminó despacio por la sala, todo est