Gracia no pudo dormir aquella noche. Le dio demasiadas vueltas a la petición de Fernando. No quería verlo, pero temía que él apareciera sin aviso.
A la mañana siguiente, mientras Maximilien ajustaba su corbata, Gracia, decidida, intentó hablar con él.
—Maximilien, ¿tienes un momento, por favor?
—Gracia, ahora no. Lo siento —respondió con frialdad, sin mirarla siquiera, antes de marcharse con prisa.
Ella suspiró. No le gustaba actuar a espaldas de nadie, pero el tiempo no estaba de su lado. Tenía que enfrentar a Fernando de una vez por todas.
Por un momento, los recuerdos pesaron: los años compartidos, su partida sin despedida, el divorcio resuelto con una firma y silencio. Tal vez él merecía, al menos, una última conversación. Tal vez ella también.
Sin avisar a nadie, fue al hotel donde Fernando se hospedaba. Él la hizo subir hasta su habitación. Al abrir la puerta, Gracia vaciló. Pensó en marcharse. Pero ya estaba ahí. No había vuelta atrás.
Fernando la miró con nostalgia. Los ojos h