Caleb se dejó caer en el sillón, hundiendo el rostro entre las manos. Maximilien lo observó en silencio unos segundos, intentando darle espacio.
—¿Qué pasó? —Maximilien preguntó finalmente, mientras le daba una palmadita en la espalda.
Caleb respiró hondo.
—Se acabó, Max… —levantó la mirada, y sus ojos aún brillaban de la rabia y el dolor—. Ella se fue. Así, de un día para otro y solamente dejó una maldita nota sobre la mesa, que ahora estaba enamorada de alguien más.
Maximilien apretó la mandíbula.
—¿Hace cuánto lo sabías?
—Un par de semanas… pero no quería aceptarlo. —Caleb soltó una risa amarga—. Al final, no solo me pidió el divorcio, también me quitó la casa, las propiedades… todo. Me dejó con las manos vacías, no sé si ese maldito imbécil que consiguió la manipuló, pero lo perdí todo, maldita sea, todo.
Gracia, que había regresado con una taza de té para él, la dejó sobre la mesa y lo miró con compasión.
—Lo siento, Caleb…
—Gracias —respondió sin mirarla demasiado, como si le co