58. Eres mía ahora, Serafina
Sin saber cómo, llegaron a la habitación, y solo descubrieron que estaban allí cuando un sillón los detuvo.

— ¿Estás bien? — le preguntó Savino a una Serafina que se sentía flotar en una nube erótica, al tiempo que se separaba un milímetro de sus labios y reposaba su frente en la suya.

Ella asintió con una sonrisa.

— Estoy perfecta — consiguió decir con demasiado fuerzo, pues la pasión de aquel beso le había cortado el aliento.

Savino sonrió de vuelta, orgulloso, y la tomó de los muslos, instándola a rodearlo con las piernas. Fue así como llegaron a la cama, y con demasiada cautela, sin apartar sus ojos de los suyos, la recostó sobre el colchón.

La imagen de ella fue absolutamente celestial. Jamás imagino a Serafina en su cama, no de ese modo, ni que lo mirara como si no existiese otro hombre sobre la faz de la tierra, y es que la verdad estaba en que sí, para la Gambino no existía ni existiría otro hombre. Lo que sentía por él iba más allá de un capricho. Lo quería desde que tenía uso
miladyscaroline

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