CAPÍTULO 11

Andrey estaba tan cerca que podía contar sus pestañas, podía sentir su calor traspasando la delgada distancia entre ambos, un calor tan poderoso, tan extraño… que casi le parecía una fiebre que no le pertenecía. Era un calor casi insoportable, denso y palpitante.

El aire a su alrededor vibraba, denso y eléctrico, y Andrey estaba usando todo de él para contenerse.

Tenía el rostro inclinado hacia el suyo, los labios apenas a centímetros, los ojos tan oscuros que parecían devorar toda la luz de la sala. No la tocaba, ni siquiera la rozaba, pero Luna podía sentir sus dedos en su piel como si fueran llamas.

Él respiraba entrecortado, como si estuviera haciendo un esfuerzo sobrehumano. Su mandíbula estaba apretada y el ceño tenso, las manos temblorosas en el aire dibujando la silueta de su rostro sin llegar jamás a tocarla.

Y eso lo torturaba.

Su respiración se agitó y sus pupilas se ensancharon como pozos negros. Algo dentro de él rugía, como si todo su cuerpo estuviera siendo arrastrado h
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