Punto de vista de Luis
Dios, me estaba volviendo loca.
Julio seguía sin contestar mi llamada, aunque se conectara. Mis mensajes siempre quedaban sin leer y eso me aterrorizaba muchísimo.
¿Y si se lo hubiera contado a mi abuelo y a mi padre? —reflexioné.
La idea me mantuvo despierta incluso después de cenar. Nadie me dijo nada al respecto, pero la idea era aterradora.
Paseando de un lado a otro de la sala, con las manos metidas en los bolsillos, esperaba a Mateo.
Últimamente, se trasnochaba. Si hubiera empezado el día que Julio desapareció, lo habría acusado de llevársela.
Pero ya había pasado un mes y toda la familia lo sabía, así que la acusación no se sostiene.
En cuanto Mateo entró en la sala, algo salvaje se apoderó de mí.
Ni siquiera me di tiempo a pensar. Caminé directamente hacia él y me incliné, inhalando profunda y deliberadamente como un sabueso buscando un rastro familiar.
Podía sentir lo absurdo incluso mientras lo hacía, pero no me importó. El orgullo me había abandonado