Punto de vista de Julio
En cuanto abrí la puerta y vi a Mateo allí, silencioso e indescifrable como siempre, mi primer instinto fue cerrarle la puerta en las narices.
Iba a cerrarle la puerta en las narices para que supiera que no era bienvenido.
"¿Qué haces aquí?", pregunté, fijando la mirada en él, pero no respondió.
"Sabes que puedes usar tus palabras o señas en lugar de mirarme fijamente". Resoplé. Ya me estaba enfadando.
Primero, apareció sin avisar y ahora le pregunto cuál era su misión, pero en lugar de responder, se quedó mudo.
Como seguía sin decir nada, respiré hondo.
No me importaba la expresión que tuviera ni el motivo que creyera tener para aparecer aquí.
Este era mi espacio, mi escape, y lo último que quería era que otro Sánchez irrumpiera.
Así que decidí hacer exactamente lo que me había propuesto desde el principio.
Sin pensarlo dos veces, empujó la puerta hacia él, dispuesto a cerrarle el paso al mundo otra vez, pero metió el pie en el marco, apretándolo firmemente e