Punto de vista de Julio
El día había comenzado demasiado silencioso.
No era la tranquilidad que calma los nervios, sino el silencio incómodo y punzante que te hace sentir que algo está a punto de suceder.
Me había despertado tarde, me preparé una taza de café y estaba sentado a la mesa del comedor mirando fijamente mi tostada a medio comer.
Anoche, en la finca de los Sánchez, hice todo lo posible por estar a la altura. Estaba furioso por no haber escuchado lo que decían.
Luis me había despedido como si nada, y cuando intenté hablarle de nuevo mientras me llevaba a casa, me gritó que me callara.
Puse los ojos en blanco y suspiré, hundiéndome más en el sofá.
Cerré los ojos y exhalé. Quería olvidarlo todo, pero entonces volví a oír ese sonido familiar: el zumbido grave de un motor de coche fuera de mi apartamento.
El corazón me latía con fuerza.
Abrí los ojos de golpe, crucé el salón hacia el ventanal y, con el corazón en un puño, aparté la cortina y miré a través de las persianas.
Era