Paul apenas había pegado un ojo durante toda la noche y es que no podía dejar de ver a Eletta, tenía una extraña sensación, era como una mezcla de ansiedad, euforia, y aunque le costaba admitirlo le encantaba tenerla en su cama.“Claro que mejor habría sido tenerla en la cama por otra cosa y no pasando la borrachera”, le dijo su conciencia y él dio un gruñido molesto.Lo que no podía negar, es que mientras más la miraba, más le gustaba y eso lo estaba enloqueciendo. Había sido difícil tener que despojarla del resto de su ropa la noche anterior y limpiarla por encima con una toalla húmeda, para quitarle cualquier rastro de ese hombre en su piel, sin ver mientras se moría por verla, pero jamás se aprovecharía de ella en esa condición.En ese momento, se oyeron unos ruidos en la habitación y la voz de su primo se escuchó hablar en tono de burla.—La vas a desgastar de tanto verla.Se giró hacia él molesto.—Ya veo que mis pobres tíos perdieron su tiempo educándote, una puerta si está cer
Paul vio por su expresión que estaba hablando en serio, suspiró porque él había pensado en tenerla controlada en solo unos segundos, y ahora estaba allí rogándole para que no lo descubriera.—No seas mala… me lo debes, te salvé. Porque ahora en vez de estar allí altanera conmigo, y satisfecha, estarías llorando y maltratada por un violador. Además, sé que estás huyendo de tu familia, si no me cubres llamaré a tu familia y le diré que pasaste la noche conmigo, retozando —pronunció y ella lo miró con rabia.Por un momento se mantuvieron en silencio, la tensión se cortaba con un cuchillo mientras ambos sostenían la mirada fijamente. En la puerta Alexis seguía insistiendo para que le abriera.—¡Por Dios Paul! ¿Será que puedes apurarte? ¡No tengo todo el día!Mientras su padre pedía a gritos que le abriera, él seguía rogándole a Eletta.—No me digas que no, sabes el gran problema familiar que provocarías si dices que estás aquí, además mi papá llamaría a tu tío Piero y en menos de diez m
En ese momento un golpe en la puerta los sacó de su conversación y apareció Malcolm.—¿Estás presentable? —preguntó el chico.—Malcolm, debiste esperar que te respondiera, además, Eletta no está vestida —protestó Paul.—¡No me jodas Paul! Me tuve que ir a dormir a otra parte, y tampoco puedo entrar a la habitación a ducharme y a buscar ropa para vestirme. La próxima vez me quedo en otro lado, ¡Eres el peor compañero de habitación que existe! Y en cuanto a la ropa de Eletta, puedes pedirle a recepción que te mande algo de la tienda —propuso y Paul frunció el ceño.—¿Y qué van a decir que estoy pidiendo ropa de mujer? Además, mi papá se va a dar cuenta de que sigo con una chica en la habitación. Mejor ayúdame tú —pidió a su primo, pero este lo miró molesto.—Ah, no, y que digan que yo uso ropa de mujer. Y estás equivocado si crees que le puedes ocultar las cosas a mi tío. Cuando tú vas ya él ha ido por lo menos tres veces, ese debe saber con quién estás y hasta los datos de Eletta y sus
Ludovica aceleró el motor y salió a toda velocidad del aparcamiento, con el rostro radiante por la emoción de la victoria. Pero no había recorrido muchos kilómetros, cuando oyó una voz detrás de ella y sintió el frío metal contra su sien. Se sobresaltó y por unos segundos pareció perder el control, cuando miró por el retrovisor y vio la expresión burlona de Piero en el asiento trasero, sostuvo con fuerza el volante. Presa del pánico, se apartó a un lado de la carretera. Piero se rio entre dientes: —¿Te crees más lista que yo? —dijo en tono sarcástico —. Pues no querida, todo fue debidamente planeado, no podía sacarte del hospital, porque sabrían que yo lo había hecho, entonces, tampoco podrías aparecer con una bala en la frente y un mosquero en la boca. En cambio, lo que verán las cámaras es a una mujer que salió voluntariamente del hospital, aunque de manera furtiva. Muchas gracias por ponérmelo tan fácil.Las palabras de Piero le helaron la sangre, jamás pensó que él la estaría e
—Llévenla al lugar donde les indique y busquen un médico que le dé tratamiento, aunque ganas de matarla no me faltan, lamentablemente no puedo hacerlo… no podría mirar a la cara de mis sobrinas nuevamente —pronunció Piero mientras caminaba hacia otro de los autos.Tenía que llevar al pequeño, a la casa de su hijo Roberto, para que lo cuidaran, le parecía increíble que ese pequeño se aferrara a la vida, a pesar de haber perdido a su madre, porque nada le quitaba de la cabeza que ese pequeño era hijo de Tanya Hall.Mientras lo llevaban a su destino, recordó de nuevo a la familia de Tanya, no podía ocultar que de ese embarazo había nacido un niño. Quizás saber que tenían un pedacito de su hija, les diera un poco de consuelo en ese momento. No sabía cuáles eran los planes de Alexander, pero debía dejar que la familia materna del bebé tuviera contacto con él.Marcó de nuevo el número de Alexis y le salió de nuevo apagado, no sabía por qué, pero sentía que había algo allí que no terminaba
Eletta se sintió abrumada por la intensidad del beso de Paul, un beso que parecía liberar la tensión acumulada entre ellos durante esas horas. Sus labios se movieron con urgencia contra los suyos, buscando y reclamando cada centímetro de su boca con posesión y una ferocidad que la dejó casi sin aliento por la intensidad de las emociones.El agua había empapado su blusa, y como ella no se había colocado brasier, la prenda se había convertido en una segunda piel que dejaba a la vista cada contorno y curva de sus cuerpos. Paul la sostuvo firmemente mientras su lengua exploraba la suya en un baile ardiente y desesperado. Era como si el tiempo se hubiera detenido, dejándolos atrapados en un torbellino de deseo y anhelo.Eletta respondió al beso con la misma pasión contenida, sus manos encontrando su camino hacia el cabello de Paul, aferrándose a él como si fuera su ancla en medio de la tormenta emocional que los rodeaba. El calor entre ellos era palpable, una combinación de la atracción
Se escuchó el agua correr en el baño. Un sonido tranquilo que se mezcló con los propios pensamientos de Eletta. Cerró los ojos, dejando que los recuerdos recientes flotaran en su mente. Todo había sido intenso, un torbellino de emociones y sensaciones que aún resonaban en cada fibra de su ser.El sonido de la ducha cesó y poco después él regresó a la habitación, envuelto en una toalla y con otra pequeña toalla en la mano para ella y de nuevo la ropa en la mano. Se acercó a la cama y le extendió la toalla con una sonrisa tímida.—¿Te gustaría lavarte? —preguntó, su voz todavía ronca por el reciente desborde de pasión.Ella se quedó mirándolo aunque tomó la toalla.—¿Se vale quedarme dormida y ducharme al levantarme? Es que me siento demasiado cansada —murmuró con un bostezo.—Entonces descansa, yo me iré a acompañar a Malcolm porque ese es capaz de venir a tumbar la puerta si me tardo más de la cuenta —pronunció acercándose a ella y dándole un suave beso, mientras comenzaba a vestirse.
El médico intercambió una mirada preocupada con la madre de Alexander. Fue esta la que habló, no quiso preocupar a su hijo, porque temía que eso repercutiera en su recuperación.—Hijo, no te preocupes, Tanya está recibiendo atención en otra sala, —dijo con cautela—. Ha sido una situación difícil, pero ya todo está mejorando.Alexander sintió un alivio momentáneo, interrumpido rápidamente por un torrente de preguntas que luchaban por salir a flote en su mente aturdida. Se había dado cuenta de que Ludovica era capaz de cualquier cosa cuando se sentía amenazada o acorralada. Lo había comprobado de primera mano con todo lo ocurrido.Los últimos recuerdos de cuando comenzó a huir y ella a disparar, eran un poco confusas, imágenes borrosas y esa opresión en el pecho que le quitaba el aliento y no lo dejaba respirar.—Necesito… verla, —insistió Alexander, esforzándose por mantenerse despierto y lúcido—. Necesito saber que está segura con mis propios ojos.Su madre apretó su mano más fuerte