La envidia y el deseo brillaron en los ojos de Tanya mientras observaba a la pareja, por más que se aconsejaba evitarlo. Había una vibrante energía entre ellos que la hacía anhelar lo que nunca podría tener. El sonido de Eletta la sacó de sus pensamientos. —Tanya, ¿Estás bien? —preguntó Eletta frunciendo el ceño con preocupación. Tanya se giró hacia su amiga, ocultando rápidamente cualquier signo de sus sentimientos. —Claro, solo estoy un poco cansada —respondió Tanya rápidamente. —Espero que sea eso amiga, debes entender que mi padre y mi madre se aman, son felices juntos y ese enamoramiento que tienes con él, jamás prosperará y debe mantenerse allí, en el campo de tu imaginación, no más. Entretanto, fuera, Ludovica subió al auto en el puesto del chofer, visiblemente emocionada, mientras que Alexander lo hizo a su lado, en el puesto de copiloto.—Vamos a probarlo —propuso él, pero ella se negó.—Después, tengo muchas cosas qué hacer, y no puedo perder tiempo. Con esas palabras,
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