Una vez en el coche, Peter condujo unos kilómetros al cabo de los cuales se detuvo y aparcó.
-Vamos a dar un paseo
-¿Un paseo?- repitió Anne nerviosa.
-Anne, relájate, por favor- la miró de un modo muy especial. Necesito hablar contigo y aclarar una serie de cosas, ¿de acuerdo?
-De acuerdo- susurró ella, temerosa, al notar que algo había cambiado en los últimos minutos. La actitud relajada y afable se había transformado en algo que no le resultaba tan fácil manejar
Se dirigieron a un pequeño parque y Peter la guió hasta uno de los bancos que había bajo un árbol.
Al sentarse, él extendió el brazo a lo largo del respaldo y tomó su barbilla entre los dedos obligándola a alzar el rostro.
Anne no podía creerse que hubiera sido tan necia como para dejarse llevar a una situación de extrema vulnerabilidad como aquella. Pero debía reconocer que no había opuesto demasiada resistencia aun sospechando que algo así iba a suceder. No había tenido que usar sus dotes de persuasión, esa era la verdad.