Capítulo 9

Mi mente está bloqueada. Quiero no pensar en lo que he visto. Sonrío fingiendo lo que en realidad siento y le indico al taxista el lugar a donde quiero llegar.

Es un edificio viejo pero en buen estado, bastante céntrico. Me adentro al lugar y encuentro a una chica rubia muy amable quien me brinda toda la información. Estoy cien por ciento convencida de que este será mi nuevo hogar, tiene pocos muebles, buena pintura, suministros, y demás.  

—Puede ocuparlo cuando quiera señorita— agradezco su excelente atención y me voy. Lo he encontrado. Trato de alentarme al haber tomado una buena decisión pero mi mente formula miles de situaciones y reproduce una y otra vez la escena que presencié. ¿Cómo pretende y con que huevos viene a pedirme salir?

Camino al metro, puesto que el último taxi resulto sumamente costoso. Trato de quitar a Bruno de mi mente y concentrarme en que podré pagar perfectamente la renta de este departamento y si logro vender la casa de mi abuela será más sencillo. Estoy haciendo cálculos en mi mente, ya casi ha caído el sol y el aire comienza a refrescar. Apresuro mi paso y es cuando me percato que estoy por llegar a mi galería favorita y me detengo de golpe para poder admirar los cuadros que ahí se exhiben.

Siempre he soñado que algunas de mis obras sean exhibidas aquí, esto es lo que realmente disfruto, la pintura, el arte... Es solo un sueño, pero decía mi abuela, soñar no hace daño.

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Al cabo de un par de minutos por fin llego a casa. Llamo a Lucía pero no contesta, debe de estar en el campus tomando una de sus últimas clases. Hago algunas llamadas a agencias de bienes raíces para que muestren la casa y comienzo a empacar.

Pienso irme mañana mismo de aquí, no quiero arriesgarme a que él vuelva de nuevo. Miro el reloj y son las 8 pm se me ha ido la tarde empacando cosas cuando escucho la puerta.

—Ya llegue— dice una voz chillona que extrañamente me tranquiliza—. ¿Pero qué rayos pasa aquí?

Escucho sus pies chocar con el suelo de madera hasta llegar a mi habitación, le explico que mañana mismo dejaré este lugar y se pone como loca a saltar.

—Esto es genial y el campus queda más cerca, será perfecto— suspira y se queda sentada en la orilla de mi cama—. Te he llamado como 5 veces para ver si querías pan, ¿tu celular no funciona?

Recuerdo que lo he dejado cargando y en vibrador, lo miro sobre la mesita de noche.

—Me concentre en la mudanza lo siento, ¿igual has traído no?— asiente y voy hacía mi celular. Tengo 5 llamadas perdidas de Lucía, 6 de un número desconocido y 2 de Marcelo, borro todo, espero que ese par de hombres se concentren en sus asuntos y que ese famoso futbolista se quedé con su flamante novia y deje de molestar. No puedo negar que una punzada de desilusión se hace presente pero no le hago mucho caso y continúo empacando, no quiero saber más de esa gente y menos del estúpido futbolista que parece querer solo jugar. Me dice que le intereso, me persigue por todos lados y de pronto lo veo con una mujer… esa mujer sin duda es para él.

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Los primeros rayos de sol entran por la ventana despertándome. Una extraña sensación de tristeza invade mi cuerpo, hoy me iré de casa.

—Vane, ¿ya despertaste? —Lucía golpea mi puerta, gruño y la abre—. Tienes visitas.

Me levanto lentamente, ya no tengo dolor en el cuerpo pero supongo que debe de ser por los medicamentos que aún sigo tomando. Arreglo un poco mi cabello, voy directo al baño antes de salir, lavo mi rostro y cepillo mi esponjado cabello castaño, creo que debe de ser la mujer de bienes raíces para poder mostrarle las características de este lugar y comience su venta.

Al salir de la habitación me encuentro con Bruno sentado cómodamente en mi sillón. Se pone de pie al verme y me recorre con la mirada. Genial hoy fue un gran día para ponerme la pijama de tirantes y un short minúsculo

—¿Qué quieres?— le pregunto ignorándolo y caminando a la cocina por una taza de café.

—Que buena bienvenida— dice en forma de sarcasmo. Si claro ¿quieres que te reciba como la espiga rubia de ayer?, pensé—. Vanessa, lo de ayer…

Lo interrumpo subiendo la palma de mi mano

—No, no me interesa —y doy la espalda

—Yo solo quiero decirte… —lo miro de mala gana

—Te he dicho que no me interesa, ¿por qué estás aquí?, ¿no deberías estar entrenando o matándote en algún gimnasio?, déjame en paz —la verdad es que fue mi coraje el que hablo no yo. Él se queda pasmado por lo que le he dicho, continúo preparando mi taza de café con detenimiento cuando su voz vuelve a interrumpirme.

—¿Quieres salir conmigo? —pregunta como si nada.

—Te he dicho que no —y camino hacia el sillón tomando asiento.

—¿Por qué?, ¿es por el doctorcito ese?, ¿es tu novio? —suelto una carcajada.

—Si es o no ¿a ti qué te importa?— sus cejas se juntan y hace que me estremezca.

—No me hables así, Vanessa —se acerca a mí lentamente. Trato de desafiarlo y me acerco aun más.  

—No eres nadie para impedírmelo, Bruno —me retiro y vuelvo a respirar

—Ven a verme al juego entonces, no será una cita, solo quiero que vengas —y saca unos boletos de su pantalón—. Y Hernández te llevará, espero que esta vez no huyas, puedes ir tú también Lucía, si quieres.

Mi amiga está expectante a lo que hacemos y al escuchar su nombre salta como loca en la cocina y él sonríe triunfante, sabe que ella me obligará a ir.

—Son para hoy —ruedo los ojos

—Estaré ocupada, hoy me cambio de casa —me mira extrañado

—No lo sabía, ¿a dónde?, Hernández puede ayudarte —niego bufando

—Ya te dije que no —después recuerdo un aspecto sumamente importante y es la razón principal de mi molestia, que estúpida—. Además a tu novia no creo que le agrade mucho que vaya verte al juego y pongas un chofer a mi disposición ¿no crees?

—¿De qué hablas mujer? —me siento una estúpida pero es la verdad

—La rubia de ayer, ¿quién más?— digo con un hilo de voz y él no para de reírse

—Ella no es mi novia.

—Claro y te beso, yo quisiera tener esa clase de amigos también— un gruñido sale de su pecho.

—No— dice en seco, sonrío y le doy unas palmadas en el rostro

—Eso tú no lo decides —me pongo de pie con trabajo y lo dirijo a la puerta

—Hasta luego —él se queda parado frente a mí y me mira a los ojos. Siento su respiración, su olor es como una droga, fresco, a menta tal vez.

—Hernández te ayudará y no te pongas celosa, tengo muchas admiradoras —dice seguro. Besa mis labios suavemente y se va, dejándome como una tonta sin poder respirar.

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