Cuando el rubio despertó, no encontró a nadie a su lado, por un momento pensó que había sido un sueño, pero sobre la almohada, quedaba el dulce aroma de Evelyn, por un instante, como si aún siguiera entre sueños, aspiró su aroma, pero luego se arrepintió. Lanzó la almohada al suelo.
—¡Maldita sea Sebastián, ¡¿qué te pasa?!— Se dio algunas bofetadas como para terminar de despertar.
Mientras, por otro lado, Ella se encontraba, vestida con un traje deportivo, que le tapaba hasta la cabeza, unas ligeras trenzas sobresalían, así como cada movimiento de sus voluminosas caderas, unas que llamaban la atención de muchos hombres y causaban envidia en mujeres, aunque estas las disfrazaban con desprecio, muy mal disimulado.
—Es raro que a un gato lo paseen como si fuera un perro —se escuchó una voz varonil, susurrarle tan cerca, que terminó por asustarla.
—¡Frank!, me asustaste, no hagas eso, además mi Arnulfa no es rara, solo que no me parece justo que Kitty reciba un paseo y ella no, también es