Me acerco al alfa de la manada Bosque Oscuro, con la confianza y la autoridad de mi hermano gemelo Morax. Mi mirada es fría y desafiante, y mi voz es baja y amenazante.
—Thrain, entregame a la prisionera —le digo, sin preámbulos ni cortesías.
El alfa, Thrain, me mira con una expresión pensativa, y luego me responde:
—Morax, primero debemos hablar. Hay cosas que debemos discutir antes de que te entregue a la prisionera.
Me encojo de hombros, impaciente.
—¿Sobre qué? —le pregunto, mi voz ligeramente irritada.
Thrain se levanta de su asiento y me hace un gesto para que lo siga.
—Por favor, Morax, acompáñame a mi oficina. Allí podemos hablar tranquilamente de cosas que le conciernen a todos.
Lo sigo, mi mirada escaneando el entorno, buscando cualquier señal de peligro o debilidad. Mi mente está enfocada en mi misión: rescatar a Ocaso y llevarla a salvo.
—Vamos, Thrain —le digo, mi voz impaciente—No tengo todo el día para perder el tiempo en conversaciones inútiles.
—Morax, necesito saber