CAPÍTULO 50. De una vez por todas
CAPÍTULO 50. De una vez por todas
Henry salió del restaurante con el estómago revuelto y la cabeza hecha un torbellino. La brisa nocturna le pegó de frente y por un segundo pensó que lo ayudaría a despejarse, pero apenas consiguió sentirse más mareado. Afuera, como no podía ser de otra forma, lo esperaba Camilo, recargado en la puerta de un auto oscuro, con esa sonrisa descarada que parecía no borrarse nunca de su rostro.
—Soy su transporte esta noche, señor conde —se burló, alzando una ceja—. Dígame, ¿quiere que lo lleve a un bar o a un hospital directamente?
Henry bufó, cansado, aunque por cómo se sentía era posible que terminara en un hospital con otro ataque cualquier cosa.
—Quiero ir a algún lugar donde pueda respirar —murmuró y Camilo cambió la cara por una expresión levemente más seria.
—Entonces súbete —le dijo abriendo la puerta del copiloto con un ademán seguro—. Después mando a alguien por tu coche.
Henry no discutió. Se subió al auto como si pesara una tonelada y dejó que