CAPÍTULO 33. Un sueño peligroso
CAPÍTULO 33. Un sueño peligroso
Henry salió del auto lentamente, con el cuerpo todavía cansado y la mente hecha un caos; pero antes de abrir la puerta, se aseguró de esconder el diario de Rebecca en el interior de su chaqueta, como si fuera un secreto peligroso que no debía ver la luz. El contacto con el cuero frío de la portada le provocaba una mezcla de seguridad y ansiedad: era lo único que lo conectaba con la mujer de la que había querido alejarse dos años.
“Si al final voy a ser masoquista”, pensó mientras sus ojos se encontraban con los de Julie Ann.
Ella estaba en la puerta de la mansión, esperándolo con los brazos cruzados y esa expresión de paciencia agotada que antes a él le había parecido tierna. ¿Por qué carajo el había parecido tierna? El silencio que se instaló entre ellos pesó como una losa, pero ella no podía guardarse las palabras mucho tiempo.
—¿Dónde pasaste la noche? —preguntó con un tono cargado de acusación.
La voz le salió seca, con esa cadencia que usaba cuando