AMOR EN TIERRAS SALVAJES. CAPÍTULO 28. Añoranza
AMOR EN TIERRAS SALVAJES. CAPÍTULO 28. Añoranza
Los días empezaron a avanzar con una lentitud rara, como si el reloj se empeñara en torturar a Chelsea. Cada mañana, antes incluso de que su alarma sonara, ya tenía un mensaje de Carter esperándola, a veces un simple: “Buenos días, cosita adictiva”, a veces algo más tierno como “Soñé contigo”. Y cada noche, cuando se acomodaba entre las sábanas, la última vibración de su teléfono también le pertenecía a él.
En ocasiones hablaban de tonterías —memes, anécdotas absurdas del pueblo, chistes sobre mantener vivo el cactus de Chelsea—; otras veces, de cosas más pesadas y profundas. Pero siempre terminaban riendo o suspirando, o con el corazón un poquito más apretado y cálido.
Chelsea se esforzaba por mantenerse ocupada. Entre trabajos, clases y prácticas, intentaba convencerse de que no lo extrañaba tanto.
—Es ridículo —se repetía cuando dejaba el teléfono boca abajo para concentrarse—. Ni siquiera han pasado tantos días.
Pero sí lo extrañaba.