Habían pasado tres semanas desde la victoria contra Eleonora. Tres semanas de una calma feliz en la que Isabel y Jared, por primera vez, se permitieron simplemente ser una pareja. La propuesta de buscar "su" casa, que había nacido como un susurro en medio de la euforia, se había convertido en su proyecto secreto, en el símbolo tangible de su futuro.
El sábado por la tarde, visitaron la primera propiedad de su lista. Era una villa moderna de dos plantas, enclavada en una colina con vistas panorámicas a la ciudad y al mar. Al llegar, Isabel sintió un cosquilleo de emoción.
—Es... impresionante —dijo en voz baja a Jared mientras el agente inmobiliario abría la imponente puerta principal.
El interior era un espacio abierto y luminoso, con paredes de cristal que enmarcaban la vista. La cocina era amplia, un sueño de mármol y acero con una isla central lo suficientemente grande como para que todas "Las Jefas" se sentara alrededor con copas de vino.
Mientras el agente hablaba de acabados