Isabel conducía sin rumbo, con las ventanillas bajadas, dejando que el aire húmedo y cálido de la noche le revolviera el pelo. Las luces de la ciudad se convirtieron en estelas de neón en su visión periférica. Se sentía como una fugitiva. El ritmo de Marc Anthony había sido reemplazado por el silencio, roto únicamente por el zumbido del motor y el martilleo de su propio corazón.
No supo en qué momento tomó la decisión, pero sus manos giraron el volante con una certeza instintiva, tomando la salida hacia el Paseo Costero. Dejó atrás los rascacielos y los barrios residenciales, conduciendo hacia el gran vacío oscuro del mar.
Aparcó en un pequeño mirador de grava, desierto a estas horas de la noche. Apagó el motor. El silencio que siguió fue profundo, y rápidamente fue reemplazado por un sonido más antiguo, más poderoso: el rugido rítmico de las olas rompiendo contra la orilla.
Se quitó sus elegantes sandalias de cuña, dejando que sus pies descalzos tocaran el asfalto aún caliente. Cruzó la pequeña franja de vegetación y sus pies se hundieron en la arena fresca y húmeda. La sensación fue un ancla, un primer punto de contacto con la realidad.
Caminó hacia la orilla, el bajo de su largo vestido de seda azul cobalto oscureciéndose al rozar la arena mojada. Se detuvo justo donde la espuma de las olas moría, lamiéndole los tobillos con un frescor intermitente. El mar se extendía ante ella, una infinita negrura salpicada por el reflejo tembloroso de la luna.
Y allí, con el sonido constante de las olas como única compañía, permitió que todo la inundara.
¿Fue un error dejarte ir?
La pregunta de Alexis era un grito en su cabeza. Sintió una oleada de vergüenza. Ella, Isabel, la dueña de su vida, había huido como una niña asustada. Había dejado a sus amigas confundidas y a un hombre bueno con una pregunta sin respuesta. Y en su bolso, la promesa que le había hecho a Jared —Te escribo en cuanto logre escapar— ahora se sentía como una cruel ironía. Había escapado, sí, pero no se sentía libre.
El ritmo constante de las olas empezó a hacer su trabajo, calmando el ritmo caótico de su corazón. La inmensidad del océano frente a ella hizo que su propio drama se encogiera un poco, devolviéndolo a una escala más humana.
Después de lo que pareció una hora, regresó al coche. Por pura costumbre, sacó el teléfono del bolso. La pantalla se iluminó con las notificaciones: 5 llamadas perdidas de Valeria. 3 de Daniela. Un torrente de mensajes de W******p que no se atrevió a abrir.
Miró los nombres en la pantalla. Valeria, con sus preguntas directas. Daniela, con su preocupación maternal. Se imaginó las conversaciones, las explicaciones, las justificaciones. Y sintió un agotamiento profundo, un cansancio que le llegaba hasta los huesos. No podía. Simplemente, no podía hablar con nadie. No ahora.
Con un movimiento decidido, mantuvo presionado el botón lateral de su teléfono. La pantalla le ofreció la opción: "Apagar". Deslizó el dedo sobre ella. La pantalla se volvió negra. El último hilo que la conectaba con el mundo exterior acababa de ser cortado.
Condujo a casa en un silencio absoluto, esta vez no caótico, sino vacío. Entró en su santuario, cerró la puerta con doble llave y se apoyó en ella. Por primera vez desde que Jared la había salpicado en esa acera, estaba verdadera, completa y absolutamente sola. Y no supo si eso era un alivio o una condena.
Querido/a lector/a, He escrito esta historia con un único deseo en mente: que encuentres en estas páginas un refugio. Un lugar donde puedas escapar, aunque sea por un ratito, del ruido de la vida cotidiana y te permitas la maravillosa libertad de soñar. Mi mayor anhelo es que sientas cada una de las emociones que he intentado tejer con mis palabras; el vértigo de un nuevo comienzo, la calidez de una conexión inesperada y la fuerza para enfrentar los fantasmas del pasado. Esta es mi primera novela, un sueño que pongo en tus manos con una inmensa ilusión. Si la historia te gusta y resuena contigo, significaría el mundo para mí que dejaras un comentario. Tu opinión es el faro que guía a todo nuevo escritor. Espero de corazón que este viaje te deje algo significativo. Gracias por acompañarme. Con todo mi cariño, Faye