GAEL:
No quería salir de la casa de Kieran. Tenía un miedo atroz a que Sarah me obligara a traicionarlo una vez más. Por suerte, me habían dejado cuidando a los cachorros, y me encontraba en medio de los dos, en la enorme cama, cuando sentí su llamado. Me estremecí y metí mi cabeza debajo de la almohada en mi intento por no escucharla. Volví a escucharla, y mi lobo se puso de pie para acudir, pero, para mi sorpresa, Konor, el gemelo mayor, colocó su pequeña mano en mi pecho y me impidió levantarme.
—Tío, no irás con la mala. Ella no te quiere —dijo con una firmeza que no podía creer, y, para completar, su hermana Lexi se subió en mi pecho, impidiendo que lo hiciera. —Duérmete, tío. Te protegeremos de ella.Mis ojos se llenaron de un sentimiento que hacía mucho tiempo no sentía: esperanza. El toque de los pequeñ