ELENA:
Miraba a todos comer con un apetito que me asombraba. La señora Elmira, a quien había conocido la noche anterior y que todos decían que era la nana, no dejaba de echar carne en la bandeja, y los tres hombres no paraban de devorarla sin descanso. Ella, al verme, puso otros platos con cosas para los demás y para las niñas. Las otras chicas no hablaban mucho, y podía ver que, como yo, estaban asombradas de ver cómo comían, aunque la conversación estaba centrada en mi hija mayor, Claris.
Estaba realmente sorprendida, aunque no lo dije; ella jamás iba con nadie, odiaba que la cargaran y no dejaba que la tocara ningún extraño. Y ahí estaba, dormida profundamente dentro de la camisa del señor Theron. Podía percatarme de que la joven llamada Ángela, aunque trataba de contenerse, estaba celosa. ¿Sería la mujer del señor Theron? me pregu