KIERAN:
La mañana llegó sin que hubiera pegado un ojo. Había dejado a Fenris cuidando a los niños mientras me dirigía a mi casa principal, en el centro de la reserva. Entré en el despacho y busqué en mi cuarto secreto el libro de mis padres: *Memorias de los Alfas*. Cuando iba a regresar, vi a mi nana esperándome fuera de la puerta.
—Nana, ¿qué haces ahí? —pregunté, asombrado. —¿Piensas no comer hoy también? —espetó, muy seria—. ¿Y por qué metiste a esa bruja aquí de nuevo? —Nana, vendré en un momento a comer con todos —dije con una sonrisa—. En cuanto a Sarah, no la pierdas de vista y no la dejes entrar en mi despacho ni subir a la segunda planta. La anciana se quedó mirándome fijamente, como si mis palabras no fueran suficientesKIERAN:Guardé el libro con las memorias de mis padres y me dispuse a comprobar si las nuevas noticias sobre mi Luna eran ciertas, luego de enterarme de lo que los brujos habían descubierto con tanta urgencia respecto a las humanas. Justo al abrir la puerta, me topé de lleno con la traidora de Sarah.—¿Qué quieres? —pregunté, sin detenerme mientras caminaba en busca de mi nana. Había olvidado a los cachorros. —Hola, mi Alfa. ¿Puedo ayudarlo en algo? —preguntó, caminando detrás de mí. Me detuve. Tenía que evitar demostrarle que sabía que ella era una traidora, y al mismo tiempo darle una tarea que la mantuviera ocupada en un rincón. —Sí, Sarah, te tengo una misión que solo confío en ti, por la confianza que te tengo. Es de suma importancia —dije, observando cómo sus ojos
KIERAN:La que llamábamos Clara respiraba entrecortadamente mientras las lágrimas corrían por su rostro. Sus palabras salían atropelladamente, como si cada una fuera una grieta más en su ya destrozada alma. —¿Qué quieres decir? —pregunté—. ¿La niña que siempre cargas es tuya? ¿Es sobrenatural? —No importa, es mi niña. Él me engañó y no me dijo que era un licántropo. Luego robó a mi niña y se la llevó a Australia. La encontré, pero estaba diferente —continuó, con la mirada perdida en algún rincón de la habitación—. Ya no era mi niña. Algo en ella había cambiado. Luego, no sé qué pasó. ¿Saben dónde está mi niña? Solo tiene tres años.Cada palabra era más desconcertante que
KIERAN:Esto no es solo una misión. La voz de Atka resonaba potente en mi mente, su determinación afilada como una hoja. Es venganza. Nadie juega con nosotros sin pagar las consecuencias. Caminé hacia la salida de la guarida, dejando que el frío de la noche limpiara mis pensamientos. El viento traía consigo los múltiples olores del bosque, pero ninguno era lo que buscaba aún. Sin embargo, eso no importaba. Había un rastro oculto ahí afuera y lo encontraría.El primero en interceptarme fue mi Beta, Fenris. Apareció justo detrás de mí, con su mirada siempre inquisitiva. Sabía que estaba confundido por lo que había sucedido en la guarida de los brujos. Se había enamorado de Clara y se había encariñado con la niña, pensando que era su pareja destinada. —¿Qué sucede exactamente? —preguntó, anali
KIERAN:Nos detuvimos al observar el alboroto que se había formado en la sala. Era la habitación que nos habían señalado. Íbamos a seguir avanzando cuando, de repente, Elena se asomó a la puerta, mirando asustada hacia todas partes, y salió pegada a la pared, con las gemelas envueltas en sábanas, en dirección a la escalera. Corrimos detrás de ella, y al vernos, apresuró el paso. Sin embargo, al abrir la puerta, se encontró, frente a frente, con mi hermano gamma, Rafe, quien era su pareja destinada.Se detuvo de golpe y pude ver el reconocimiento entre ambos. Sin que mediara palabra, Elena le entregó a las gemelas y lo siguió fuera del hospital.—Espera —detuve a Fenris—. Vamos a ver de quién escapa. Estoy sintiendo a alguien más.No tuvimos que esperar mucho: un hombre vestido de doctor apareció en la sala y
KIERAN:Maldije entre dientes, con una frustración evidente. Aquello era solo el comienzo. El camino hacia mi Luna, hacia lo que realmente queríamos proteger, estaba lleno de enemigos y secretos oscuros, cada vez peores.—Mis hermanas son muy lindas, rubias y de ojos verdes —siguió hablando el lobo—. Papá les selló sus lobas, decidido a vivir como humano. Pero un día se apareció en la casa un lobo gris pidiendo la mano de una de mis hermanas, y se casaron. Luego se la llevó lejos. Ángela, su gemela, la encontró y la siguió. Fue lo último que supe de ellas.—¿Y por qué dices que las tiene Crimsonox? —pregunté, pensando en la similitud entre su historia y la de las humanas que teníamos en la reserva.—Vi con mis propios ojos cómo se tragaba a mis padres. Papá dijo que iba a pedir ayuda al alfa de alfas,
KIERAN:Mis ojos vagaron por el cielo crepuscular, donde los matices de púrpura se mezclaban con tonos oscuros, como si la noche quisiera apoderarse del día en un vaivén interminable. Durante un fugaz momento, dudé. No de mis habilidades, ni de mi propósito, sino de lo que podía significar confirmar esa verdad. Si las gemelas, esas humanas frágiles en apariencia, eran realmente las Lobas Lunares, todo cambiaría. Sentía hoy más que nunca el peso de siglos de responsabilidad sobre mis hombros. Atka rugió dentro de mí, inquieto queriendo ir a ver a las gemelas. —Kieran… —Fenris me arrancó de mis pensamientos. Cuando giré a verlo, su mirada ansiosa me lo dijo todo.—Estoy yendo —dije al fin, con firmeza, y con un cansancio que no logré ocultar del todo—. No son dudas las que tengo, más bien te
ALFA KIERAN THERON:El olor me golpeó como una descarga eléctrica, enviando escalofríos por mi columna vertebral. Mi piel se erizó al reconocerlo: era mi propia esencia, pero más dulce, más intensa, entrelazada con algo más que no podía identificar. Imposible. Esto solo ocurría cuando... ¡No! Después de cientos de años esperando, ¿por qué ahora? Mis músculos se tensaron por instinto y, antes de poder procesarlo conscientemente, ya estaba corriendo. El aroma me guió más allá de los límites de la manada, hacia una vieja casa de piedra y madera en las afueras del pueblo. El edificio, rodeado de pinos centenarios, había sido ocupado recientemente por tres humanas. Podía oler sus esencias entremezcladas con el aroma a pintura fresca y cajas de cartón. Mi lobo Atka se agitaba en mi interior, desesperado por irrumpir en la casa, pero tres siglos de control me mantuvieron anclado al suelo. No podía simplemente entrar y asustar a los humanos. ¿Cómo era posible que mi esencia estuviera allí?
CLARIS: Las náuseas me asaltaron de nuevo mientras organizaba los documentos en mi escritorio. Era la tercera vez en la mañana y ya no podía disimular. Corrí hacia el baño, sintiendo la penetrante mirada de mi jefe siguiendo cada uno de mis movimientos. Al pasar junto a él, pude ver cómo arrugaba su nariz con ese gesto de disgusto que tanto lo caracterizaba.Después de tres meses trabajando en este pueblo perdido, conocía bien esa expresión. El señor Kieran Thorne, un hombre huraño de rutinas y cualquier alteración lo perturbaba visiblemente.—Necesito salir temprano hoy —anuncié cuando regresé, limpiándome discretamente el sudor de mi frente—. Tengo una cita médica. Él apenas levantó la vista de sus papeles, pero pude notar cómo sus hombros se tensaban. Después de un silencio que pareció eterno, asintió secamente. Caminé presurosa mirando mi reloj con miedo de demorarme demasiado. Mientras esperaba, suspiré pensando en que no era tiempo para enfermarme ahora. Mi madre y mi pobre h