CLARIS:
Habíamos recorrido todo el hermoso orfanato. Era un imponente edificio que contaba con todas las comodidades y más. Las habitaciones no eran compartidas; cada niño tenía la suya, y los hermanos ocupaban unas más amplias juntos. Lo mejor de todo era que cada una estaba decorada según sus gustos.
—Vaya, esto es fantástico —exclamó Clara emocionada—. ¿Se fijaron que hay un pabellón para cada edad?—Me di cuenta de que hay hasta adultos —dije asombrada; era increíble. Me giré hacia el amable doctor Gael, quien nos acompañaba—. ¿Hasta qué edad los tienen aquí?—Hasta que logran independizarse. Algunos deciden quedarse a trabajar aquí; nadie está obligado a irse —respondió Gael con orgullo.La calidez con la que el doctor Gael hablaba sobre el orfanato era contagiosa, y no pud