KIERAN: Tuve que tomar una profunda respiración para no convertirme en Atka y acabar con ellos de una vez por todas; esto era un nuevo desafío entre lo que había sido y lo que podía ser. Los ojos de Claris se encontraron con los míos por un breve pero intenso instante, y me sonrió tenuemente; fue en ese momento cuando supe que debía acercarme. Me aventuré hacia la mesa, con cada paso resonando como un eco de la confrontación inminente entre el pasado y el presente. —No esperaba encontrarlos en mi restaurante —dije en general, aunque mis ojos no se apartaban de ella, intentando mantener la compostura mientras me detenía a su lado. —Las sorpresas son parte del encanto de esta vida, ¿no crees, Theron? —respondió el alfa Aleh, extendiendo una mano—. Estamos analizando un convenio. La abogada Claris me acaba de decir que la conoces. —Sí, acaba de trabajar para mí —dije sin dejar de mirarla—. La invité a cenar y me alegra que haya venido a uno de mis restaurantes. Claris me sost
KIERAN:Continuamos con el almuerzo, y el ambiente, cargado de energía, nos envolvía a todos. La rivalidad entre los seis lobos era casi palpable por obtener el favor de las mujeres. Las miradas se cruzaban, llenas de amenazas vedadas. Elena y Rafe parecían haber olvidado todo lo que nos rodeaba, sumidos en un diálogo silencioso que solo ellos comprendían.Los lobos del norte, mantenían su semblante serio, pero sus miradas delataban su desasosiego. Sabían que el plan de su tarde había cambiado, y esa era la razón de su incomodidad.—No lo puedo creer mi alfa, se llaman igual que a las que mencionas —comentó Fenris en mi mente—. Creo que tenías razón, mi alfa. Es preciosa mi compañera, si lo es.—Lo es, y deja de dudar. Es verdad todo lo que te he contado. Es tu compañera, como Claris es mi Luna y Elena la de Rafe —le dije e
KIERAN:Los tres lobos se retiraron con la dignidad que pudieron mantener, aunque sus posturas rígidas y pasos tensos revelaban, al menos para nosotros, su frustración. Claris siguió con la mirada a Vikra, lo que hizo que mi lobo Atka se agitara inquieto. Los celos me llevaron a formular una pregunta que apenas pude contener. —¿Son...? —me detuve a tiempo, consciente de que no tenía derecho a interrogarla. —No, no —negó rápidamente Claris, quizás demasiado deprisa—. Solo nos conocemos desde ayer y, cuando veníamos hacia acá, me propuso ir a bailar. Somos nuevas en la ciudad, no vi por qué no podía acompañarlo. Se detuvo abruptamente, como si acabara de percatarse de que me había dado una explicación que no me debía, y se sonrojó, bajando la mirada ante mí. El gesto sumiso de su parte hiz
KIERAN:Las palabras se me atoraban en la garganta. ¿Cómo explicar algo que ni yo mismo terminaba de comprender? ¿Cómo decirle que era idéntica a mi esposa, que cada vez que la miraba veía a mi Luna? ¿Cómo confesarle que quizás no era casualidad que se llamara igual, que tuviera los mismos gestos, la misma forma de moverse? El peso de las preguntas sin respuesta me aplastaba mientras buscaba las palabras adecuadas para no asustarla, para no perderla antes de descubrir qué significaba esta inexplicable conexión.—Oh, esa es una imagen que creamos para un anuncio —intervino Fenris con naturalidad. Evaluó la situación antes de continuar—. ¿No es increíble la coincidencia? ¿Has trabajado como modelo alguna vez, Claris?Claris negó con la cabeza y le dio la espalda al cuadro. Agradecí silenciosamente la oportuna intervenció
KIERAN:Miré a mi beta Fenris, que estaba emocionado con la posibilidad de que Clara fuera realmente su compañera destinada. Las tres humanas eran muy bellas y llamaban la atención de hombres de cualquier naturaleza, pero Claris era la más hermosa de todas para mí. Tenía una seguridad y firmeza en su mirada que me recordaba la primera vez que llegó a mi oficina solicitando el puesto de asistente. Ahora mostraba más madurez y sabía exactamente lo que quería. No veía en ella las inseguridades que siempre envolvían a mi Luna en el pasado.—¿Qué hacemos, mi alfa? ¿Crees que sean ellas las tres lobas lunares que mencionas del pasado? —preguntó Fenris—. Porque si es ella, seré el lobo más feliz de la tierra. Me encanta, sin importar que sea humana.—Debemos ir con cuidado —dije, observando detenidamente a Claris, que s
CLARIS:Todo había sucedido de repente: la llamada del amigo de mamá al llegar a este país, pidiendo nuestra ayuda para firmar un contrato con el gran empresario Kieran Theron, quien aseguraba que podría ayudarnos a establecernos aquí, y la firma para trabajar para él, todo en un día.—Si él se fija en ti, Claris, todas las puertas se te abrirán —había dicho él, y era cierto. Ese contrato que firmó sin apenas mirarlo decía mucho sobre un hombre con tanto poder, y me hacía acelerar el corazón.Nunca antes un hombre me había hecho sentir así. Por eso, al mismo tiempo, me sentía confundida y halagada. Había algo salvaje en él que me atraía y me asustaba a partes iguales.—Es como si no fueran completamente humanos —susurré para mí misma, y un escalofrío recorrió
CLARIS:Lo miré, desconcertada, ante la pregunta que me había hecho, ya que apenas nos conocíamos y no tendría que hacérmela. Miré hacia la carretera oscura, preguntándome a dónde me llevaba. No le respondí; me mantuve en silencio hasta que llegamos a un hermoso mirador. En la cima había una increíble casa de cristal, que se alzaba majestuosa contra el cielo nocturno. Desde cualquier ángulo de la casa, la ciudad se extendía como un mar de luces titilantes bajo nosotros, mientras el firmamento desplegaba su manto de estrellas brillantes, tan cercanas que parecían al alcance de la mano. El aire de montaña, limpio y fresco, transportaba el sutil aroma de los pinos que rodeaban la propiedad, creando una atmósfera casi mágica, donde el límite entre el cielo y la tierra parecía difuminarse en el horizonte. —¿De quién es este lugar? —pregunté mientras observaba la moderna estructura de cristal. —Es mía —respondió Kieran con una sonrisa enigmática, mientras
KIRIAN:No podía creerlo, me había dejado llevar; quería sentir a mi Luna con los ojos cerrados. Nuestros corazones latían al unísono, sincronizados con el misterioso ritmo de la noche. Sentía el calor de su piel, un contrapunto perfecto al frío brillo lunar. La brisa susurraba secretos entre las hojas, y por un momento, la eternidad parecía posible.Sus ojos, profundos como un océano infinito, se alzaron para encontrarse con los míos. Era como si pudiera ver dentro de mi alma, desnudando cada pensamiento y cada anhelo que me consumía. No éramos solo un hombre y una mujer; éramos símbolos de lo que el destino había tejido en nuestro camino.—No entiendo del todo lo que me pasa contigo —murmuró ella, apenas un suspiro—. Pero siento como si te conociera.Una chispa de magia vibró en el aire; la conexión entre nuestros mun