Con el pacto sellado, la tensión en el aire se disipó, dando paso a una curiosidad cautelosa. Lysander, aún sorprendido por la clemencia de Aeric, lo observó con una mezcla de respeto y desconcierto. Aeric, por su parte, sentía una conexión innegable con el heredero Corvus, una chispa que encendía algo nuevo en su interior.
"¿Por qué me perdonaste?", preguntó Lysander, rompiendo el silencio. "Tuve todas las de ganar y, aún así, renunciaste. No lo entiendo."
Aeric sonrió suavemente. "Vi tu dolor, Lysander. Vi que tu dureza es una máscara. No podía quitarte la vida, no cuando sé que hay bondad en ti."
Las palabras de Aeric parecieron tocar una fibra sensible en Lysander, quien bajó la mirada, avergonzado. "Nadie nunca se había preocupado por ver más allá de mi nombre", murmuró. "Siempre me han visto como el heredero de la Casa Corvus, un guerrero despiadado. Pero hay mucho más en mí de lo que aparento."
"Lo sé", respondió Aeric. "Y quiero conocer ese lado de ti."
Lysander levantó la vista, sorprendido por la sinceridad en los ojos de Aeric. Una sonrisa tímida se dibujó en sus labios. "En ese caso", dijo, "creo que es justo que te muestre los secretos que guarda este castillo."
Juntos, Aeric y Lysander cruzaron las puertas del Castillo de las Sombras, adentrándose en un laberinto de pasillos oscuros y habitaciones polvorientas. Lysander guio a Aeric a través de los recovecos del castillo, revelándole su historia y sus secretos.
Aeric descubrió que el Castillo de las Sombras no era solo un lugar de oscuridad y melancolía, sino también un depósito de conocimientos ancestrales y magia olvidada. Lysander le mostró la biblioteca secreta, donde se guardaban antiguos grimorios y pergaminos que hablaban de los orígenes de los licántropos y los dones de los Omegas.
También lo llevó a la sala de los ancestros, donde se exhibían los retratos de los antiguos miembros de la Casa Corvus. Aeric pudo ver en sus rostros la historia de una familia marcada por la ambición, la traición y la pérdida. Comprendió que Lysander cargaba con el peso de ese legado, y que su dureza era una forma de protegerse del dolor.
Mientras exploraban el castillo, Aeric y Lysander compartieron sus propias historias y secretos. Aeric le contó a Lysander sobre su vida en el bosque, sobre las enseñanzas de su abuelo Elara y sobre su destino como Omega. Lysander, a su vez, le reveló a Aeric sus miedos, sus sueños y su deseo de romper con el ciclo de violencia que había marcado a su familia.
A medida que se conocían, la conexión entre Aeric y Lysander se fortalecía. Descubrieron que compartían una visión del mundo, un deseo de crear un futuro mejor para los licántropos. Aeric admiraba la inteligencia y la valentía de Lysander, mientras que Lysander se sentía atraído por la bondad y la compasión de Aeric.
Una noche, mientras se encontraban en la torre más alta del castillo, observando las estrellas, Lysander tomó la mano de Aeric. La electricidad recorrió sus cuerpos, creando una conexión aún más profunda entre ellos.
"Aeric", dijo Lysander con voz suave, "nunca he conocido a nadie como tú. Me has mostrado que hay otra forma de vivir, otra forma de ser un licántropo. Quiero estar a tu lado, quiero ayudarte a cumplir tu destino."
Aeric lo miró a los ojos, sintiendo su corazón latir con fuerza. "Yo también quiero estar a tu lado, Lysander", respondió. "Creo que juntos podemos lograr grandes cosas."
Lysander se acercó a Aeric y lo besó. Fue un beso suave y tierno, pero lleno de pasión y deseo. Aeric respondió al beso con la misma intensidad, sintiendo que su alma se unía a la de Lysander.
En ese momento, supieron que su destino estaba entrelazado. Sabían que debían enfrentar juntos los desafíos que les aguardaban, y que su amor sería la fuerza que los guiaría en el camino hacia el secreto del Omega.