Capítulo 54 – Esperanzas Rotas.
POV Gael
El sol de la mañana se filtraba a través de las persianas de mi oficina en la clínica, tiñendo el escritorio de un dorado engañoso que no llegaba a calentar el frío que se había instalado en mi pecho desde Nueva York. Como director de la Clínica Montero —el regalo que Santiago le dio a Martina en aquellos días de luna de miel forzada—, mi rutina era un bálsamo predecible: revisiones de informes, reuniones con el equipo, visitas a pacientes. Pero hoy, cada tarea se sentía como una carga, un recordatorio de lo precario que era mi lugar en su vida.
Empecé el día como siempre: café negro en la mano, revisando el horario de cirugías. La clínica bullía de actividad; enfermeras corrían por los pasillos con carpetas en mano, el pitido intermitente de monitores se mezclaba con murmullos de consultas. Era el legado de Martina, el lugar donde ella había encontrado un propósito más allá de su apellido Ferrer, y ahora lo dirigía yo, como un guardián fiel de sus sueños. Pero ¿para qué? ¿Pa