Capítulo 24. La sentencia de Marcus
Cuando Sofia abrió la puerta del apartamento, no le hizo falta más que una mirada para correr hacia Eve y envolverla entre sus brazos.
— ¡Estás bien! — susurró entre lágrimas, apretándola con fuerza —. Dios, Eve… tuve tanto miedo por ti.
Eve también lloraba, conteniendo sollozos en su garganta mientras la abrazaba como si no hubiera un mañana.
— Yo también tuve miedo — dijo con voz quebrada —. Mucho. Pero estoy aquí, Sof… estamos bien.
Sofia se separó apenas para mirarla, y entonces lo vio.
El brazo de su amiga vendado y sostenido por una férula improvisada. El color pálido de su piel, el cansancio en sus ojos.
— ¿Qué te pasó en el brazo? ¿Estás herida? — preguntó alarmada, llevando la mano hacia la venda con suavidad.
— Tranquila… no es grave — le aseguró Eve, sonriendo con dulzura —. Fue el forcejeo cuando intenté que no derribaran la puerta. Solo me lo torcí.
— ¿Fuiste al hospital?
Eve negó con la cabeza, y entonces, con una mezcla de vergüenza y un leve sonrojo que subió a sus meji