Leonard entra en ese momento, con el teléfono en una mano y su expresión seria enmarcando el rostro. Lo primero que noto es su mirada, intensa y directa, tal como siempre. Claramente, ha escuchado al menos parte de la conversación.
—Eso era —dice, mirando las fotos—, porque siempre nos ponían por orden alfabético, y yo quedaba detrás de la C de las chicas.—Sí, debe ser esa la explicación —es cierto lo que dice—. Porque mire, siempre, en todas las fotos de fin de curso, está usted detrás de mí con una mano en mi hombro. Nuestros apellidos comienzan ambos por C.—Es cierto; Castillo el mío, Cisneros el suyo —sigue explicando mientras mira las fotos y agrega—. Lo de la mano en el hombro era culpa del imbécil de Guillermo; siempre quedaba detrás de mí y me empujaba al momento de tirar las fotos. No se dan cuenta de