Sus palabras me dejan pensando. Conozco bien a Leonard. Su mente siempre está trabajando, y si lo hice tambalear, no pasará mucho antes de que encuentre una forma de equilibrar el terreno.
—Deja de decir locuras, Lúa —digo, más distraída de lo que esperaba. —Es para que deje de enamorarme.—Ese es el plan, ¿verdad? —pregunta con una mirada intensa—. ¿O cambiaste de idea y vas en serio con él?—No, chica. Esto es para que se acabe de convencer de que nunca tendrá nada conmigo —respondo con firmeza—. Vamos al salón antes de que alguien comience a murmurar más de la cuenta.Ambas dejamos la oficina y nos dirigimos al salón que Leonard mencionó. Mi mente viaja constantemente entre mis propias decisiones y los posibles movimientos que Leonard esté planeando en este preciso momento. Cuando entramos, el lugar estáSé que Clío está planeando algo por el modo en que me mira. Cuando llegamos a mi oficina, la dejo pasar, haciendo acopio de toda mi paciencia y fuerza de voluntad para que mi cerebro siga funcionando. La mando a sentar y yo me coloco detrás de mi escritorio, para sentir que algo me impide correr hacia ella. La miro. Está realmente seria. —Ahora dígame, señorita Clío, ¿qué es eso tan serio que me tiene que decir? —pregunto, tratando de sonar normal y tranquilo. Ella guarda silencio un momento mientras se sienta en un sillón alejado y, esta vez, adopta una posición recta y nada provocativa. —Señor Leonard, debido a la gran cantidad de periodistas que vi hoy en la sala de conferencias, los cuales trataron de sabotear mi trabajo, me veo en la necesidad de anular el trato —dice con una firmeza que me hace saltar en mi silla—. No quiero seguir con esto. —¡¿Qué?! ¡Ah, no, señorita Clío! Usted no me puede hacer esto después de que he trabajado tan duro para hacerle c
Ella parpadea, sorprendida por mi reacción, pero no desiste. Me observa como si buscara algo en mi rostro, alguna respuesta que yo tampoco sé si puedo darle. —No me estoy burlando, señor Leonard —dice en un tono bajo y serio, casi en un susurro—. Le hice una pregunta directa: ¿cuándo? ¿Y qué quiere decir con que se vuelve un bruto a mi lado? Nadie se vuelve lo que no es. —Yo sí, señorita. Se lo puedo asegurar —respondo molesto y me alejo de ella—. No crea que me ofende lo que ha dicho. Porque debo serlo, por la manera en que me comporto con usted. Estoy pensando seriamente en ir al psicólogo. Solo me pasa con usted. No sé por qué le he contado todo esto a Clío, quien permanece en silencio mirándome. Lo dicho, mi cerebro deja de funcionar junto a esta mujer, mientras otra parte de mi cuerpo, que no reacciona con ninguna otra, con ella se despierta de una manera que duele. Hoy mismo iré a ver un psicólogo; me acabo de convencer de que debo tener un serio probl
Asiento, aunque cada parte de mí quiere gritarle que no estoy acostumbrado a esperar, que no soy el tipo de hombre que se queda de brazos cruzados cuando desea algo. Pero esta vez, sé que no tengo otra opción.—¿No le gusto, señorita Clío? ¿Me ve tan mal parecido? ¿Estoy muy lejos del ideal de hombre que tiene en su mente? —pregunto desconsolado, tratando de entender el motivo de su rechazo.—No es que no me guste, es usted muy bien parecido —dice, deteniéndose para mirarme—. Cualquier mujer se enamoraría de usted.—Cualquier mujer, menos usted —susurro con dolor.—Tampoco está lejos de mi ideal de hombre con su figura —levanto la cabeza, sorprendido al escucharla—. No así en la manera en que me trata y, mucho menos, como dice usted que me enamora.—Puedo ser mejor, señorita —digo, lleno de esperan
David es el hermano menor de Leonard y su mano derecha en todo. Su vínculo es inquebrantable, y siempre está dispuesto a ayudarlo, lo que facilita que se acerque a Lúa sin complicaciones. Sin embargo, ese tipo de cosas siempre pone nerviosa a mi amiga.—Lúa, yo soy el hermano de Leo —le dice David directamente, caminando a su lado como si la conversación fuera la cosa más casual del mundo.—Lo sé, señor David —responde ella, tratando de mantener la compostura; sin embargo, su timidez es evidente solo con escucharle. No todos los días hablas con uno de los jefes de la empresa, y menos cuando ese jefe te habla de manera tan personal.—Sé que lo sabes, pero con toda la locura que tienen encima esos dos, tú y yo tenemos que estar muy coordinados —le explica él con seriedad, mientras siguen caminando hacia la oficina de Leonard. En ese momento, saca una t
Mi amiga suspira, todavía sin entender cómo logré meterme en una situación tan absurda con mi jefe. Me mira con resignación, incapaz de comprender mis siempre caóticos encuentros con Leonard.—Ojalá que sea solo eso que dices y se le pase pronto —continúa hablando con máxima seriedad—. Porque este jueguito que empezaron ustedes dos no me está gustando nada. Mira, aquí está toda la información que nos dio. Llévatela al hospital, entretente leyéndola y después me la pasas. Yo debo ir a almorzar con su hermano David y su esposa para coordinarnos también y asegurarnos de que nadie descubra la mentira de que ustedes son novios desde la universidad.Me extiende la carpeta que le dio Leonard, muy seria. Es evidente que Lúa no está disfrutando en absoluto de esta situación, y no la culpo, especialmente porque sé que se
Lúa termina mirándome muy seria. Sé que, aunque a veces parezca alocada, en realidad es una chica sensata y responsable. Además, al estar fuera de mi situación, puede percibir cosas a las que yo muchas veces soy ciega. Sobre todo, sé que haga lo que haga, siempre busca lo mejor para mí. Nos queremos como hermanas. No tenemos secretos entre nosotras, nos conocemos demasiado bien y confiamos ciegamente la una en la otra.—Lo sé, Lúa, lo sé. Confío ciegamente en ti, lo sabes —le contesto con la misma seriedad, porque es verdad y me lo ha demostrado durante todos los años que hemos estado juntas—. Sí, tienes razón, no quiero hacerles daño. No aceptaré su propuesta. Es cierto que me gusta Brayan; todo de él me ha gustado siempre: su cuerpo, sus ojos, la manera en que sonríe, cómo trata a Edna y cómo la ama. Me encanta el brillo
Trato de enfocar mi vista en cualquier cosa: en las paredes desnudas del despacho, en el reloj que marca los minutos que se alargan, pero no puedo evitar sentir que, tal vez, a él realmente le pasa eso. Pienso por un momento en cómo lo veo; siempre lo encuentro nervioso, tratando de controlar sus sonrisas, hablando con voz firme y segura. Es un hombre complicado, un enigma que no se desvela fácilmente.—Sí. Dice que va a ir a un psicólogo por lo que le pasa conmigo —le cuento mientras ella abre los ojos, sorprendida—. ¿Crees que sea verdad? ¿Crees que realmente le sucede algo de eso que dice cuando yo llego?—No lo sé, Clío, pero si nos ponemos a analizar los hechos... —empieza, adoptando ese tono que siempre utiliza cuando va a desmenuzar una situación—. A mí no me habían contratado, pero cuando él te escogió a ti, tú, recién
Lúa se detiene. Su expresión se endurece y no hay ni un atisbo de diversión en su rostro.—¿Y si lo hace? —pregunta, clavándome la mirada y hablando con una seriedad que me descoloca—. ¿Qué vas a hacer, Clío?Su pregunta queda flotando en el aire, más densa de lo que hubiera esperado. Y, por más que intento evitarlo, no puedo dejar de preguntarme lo mismo. ¿Qué voy a hacer si, contra todo pronóstico, Leonard demuestra saber enamorar bien? Y, más importante aún, ¿qué voy a hacer si yo dejo que lo logre?—No lo hará, Lúa. Es un hombre lleno de palabras y desafíos, pero eso no significa nada —le contesto con un tono firme, aunque por dentro siento que mis propias palabras empiezan a flaquear.Ella no me responde de inmediato. Resopla, como si mi comentario no fuera suficiente para tranquilizarla, au