Sus palabras me dejan pensando. Conozco bien a Leonard. Su mente siempre está trabajando, y si lo hice tambalear, no pasará mucho antes de que encuentre una forma de equilibrar el terreno.
—Deja de decir locuras, Lúa —digo, más distraída de lo que esperaba. —Es para que deje de enamorarme.—Ese es el plan, ¿verdad? —pregunta con una mirada intensa—. ¿O cambiaste de idea y vas en serio con él?—No, chica. Esto es para que se acabe de convencer de que nunca tendrá nada conmigo —respondo con firmeza—. Vamos al salón antes de que alguien comience a murmurar más de la cuenta.Ambas dejamos la oficina y nos dirigimos al salón que Leonard mencionó. Mi mente viaja constantemente entre mis propias decisiones y los posibles movimientos que Leonard esté planeando en este preciso momento. Cuando entramos, el lugar está