Era desconcertante. Clío había vivido toda su vida con esas figuras presentes en su entorno, mientras nosotros comenzábamos a descubrir una conexión mucho más profunda: una que nos unía a ellos de formas insospechadas. Enrico se adelantó hacia la pantalla, y su expresión de confusión se tornó más sombría.
—No es nada, amor —dije, abrazando a mi esposa. —Él era el mejor amigo de mis padres. Clío, tengo que decirte una noticia muy importante. Acabamos de encontrar vivos a mis padres en uno de los laboratorios subterráneos de esta casa. Junto a este doctor, esa doctora y otros más, asfixiados en una habitación. —¡Oh, por Dios, qué tragedia! —exclamó y luego se detuvo. —¿Entendí bien? ¿Dijiste que tus padres están vivos? —Sí, míralo