Solté una risa sarcástica, apenas perceptible, mientras me enderezaba en el sillón. Su intento por desestimar la posibilidad de nanotecnología me parecía, en el mejor de los casos, una ingenuidad.
—No lo sé, pero en esa casa todo se puede hacer con tecnología —repetí, dejando que mi mente regresara a mi niñez—. Recuerdo una vez que David se molestó conmigo; puso su mano en la pared y se abrió una puerta. Desapareció, tal como dicen tus hombres. Luego, la pared no tenía ningún indicio de puerta. —¿De veras? —volvió a interesarse el hombre en mis informaciones. —Sí, pero Leo me dijo que era un truco de magia de desaparición que tenía David, y yo no averigüé más —contesté sonriendo, recordando el momento—. Porque estaba feliz de que se hubiera mar