Suspiro ante la realidad de la trampa en que he caído. Luego buscaré la solución, me digo mientras mi mente repasa a toda velocidad el papel que debo desempeñar frente a Leonard y los demás.
—Lo haré bien, como siempre. Ya llegamos —dice ella al ver que sigo leyendo todo—. Ahora respira, que todos te van a estar observando. Por lo visto, el jefe ya llegó; mira su auto allí.—Está bien, iremos a su oficina primero —digo, consciente de que debo seguir con la farsa—. Tú también tienes que comportarte de manera familiar con él. Nadie se va a creer que, siendo mi mejor amiga, no seas amiga de él también.—¡Dios, Clío, en qué lío nos has metido! —exclama nerviosamente.—¿Yo, Lúa? —la miro fijamente—. El vestido que me compraste fue el que nos metió en este l&iaEl señor Leonard se gira despacio y comprueba que es cierto, que nos hemos sentado lejos de él. Respira profundo, tratando de pensar, mientras afloja su corbata y se sienta detrás de su escritorio. En silencio, puedo observar cómo recorre mi cuerpo con su mirada lentamente. Me enderezo. Sé que le gusto, y hoy Lúa me trajo un conjunto de zayas azul cielo que me hace lucir muy sensual. Había dejado mi cabello suelto y pintado mis labios levemente. Leonard traga en seco, vuelve a aflojarse la corbata y se pasa la lengua por los labios, saboreando el rastro del crayón de labios que le quedó del beso que le di al llegar. —Señorita Clío, quiero asegurarme de que esté comprometida al cien por ciento con lo que hemos acordado —dice despacio, como si cada palabra estuviera cuidadosamente medida—. Por su bien, por el mío y, sobre todo, por la imagen que proyectamos. Ese beso… —Es por eso que acaba de decir, señor Leonard. ¿O va a decir que no me estoy tomando esto en serio? —repli
Sus palabras me dejan pensando. Conozco bien a Leonard. Su mente siempre está trabajando, y si lo hice tambalear, no pasará mucho antes de que encuentre una forma de equilibrar el terreno.—Deja de decir locuras, Lúa —digo, más distraída de lo que esperaba. —Es para que deje de enamorarme.—Ese es el plan, ¿verdad? —pregunta con una mirada intensa—. ¿O cambiaste de idea y vas en serio con él?—No, chica. Esto es para que se acabe de convencer de que nunca tendrá nada conmigo —respondo con firmeza—. Vamos al salón antes de que alguien comience a murmurar más de la cuenta.Ambas dejamos la oficina y nos dirigimos al salón que Leonard mencionó. Mi mente viaja constantemente entre mis propias decisiones y los posibles movimientos que Leonard esté planeando en este preciso momento. Cuando entramos, el lugar está
Sé que Clío está planeando algo por el modo en que me mira. Cuando llegamos a mi oficina, la dejo pasar, haciendo acopio de toda mi paciencia y fuerza de voluntad para que mi cerebro siga funcionando. La mando a sentar y yo me coloco detrás de mi escritorio, para sentir que algo me impide correr hacia ella. La miro. Está realmente seria. —Ahora dígame, señorita Clío, ¿qué es eso tan serio que me tiene que decir? —pregunto, tratando de sonar normal y tranquilo. Ella guarda silencio un momento mientras se sienta en un sillón alejado y, esta vez, adopta una posición recta y nada provocativa. —Señor Leonard, debido a la gran cantidad de periodistas que vi hoy en la sala de conferencias, los cuales trataron de sabotear mi trabajo, me veo en la necesidad de anular el trato —dice con una firmeza que me hace saltar en mi silla—. No quiero seguir con esto. —¡¿Qué?! ¡Ah, no, señorita Clío! Usted no me puede hacer esto después de que he trabajado tan duro para hacerle c
Ella parpadea, sorprendida por mi reacción, pero no desiste. Me observa como si buscara algo en mi rostro, alguna respuesta que yo tampoco sé si puedo darle. —No me estoy burlando, señor Leonard —dice en un tono bajo y serio, casi en un susurro—. Le hice una pregunta directa: ¿cuándo? ¿Y qué quiere decir con que se vuelve un bruto a mi lado? Nadie se vuelve lo que no es. —Yo sí, señorita. Se lo puedo asegurar —respondo molesto y me alejo de ella—. No crea que me ofende lo que ha dicho. Porque debo serlo, por la manera en que me comporto con usted. Estoy pensando seriamente en ir al psicólogo. Solo me pasa con usted. No sé por qué le he contado todo esto a Clío, quien permanece en silencio mirándome. Lo dicho, mi cerebro deja de funcionar junto a esta mujer, mientras otra parte de mi cuerpo, que no reacciona con ninguna otra, con ella se despierta de una manera que duele. Hoy mismo iré a ver un psicólogo; me acabo de convencer de que debo tener un serio probl
Asiento, aunque cada parte de mí quiere gritarle que no estoy acostumbrado a esperar, que no soy el tipo de hombre que se queda de brazos cruzados cuando desea algo. Pero esta vez, sé que no tengo otra opción.—¿No le gusto, señorita Clío? ¿Me ve tan mal parecido? ¿Estoy muy lejos del ideal de hombre que tiene en su mente? —pregunto desconsolado, tratando de entender el motivo de su rechazo.—No es que no me guste, es usted muy bien parecido —dice, deteniéndose para mirarme—. Cualquier mujer se enamoraría de usted.—Cualquier mujer, menos usted —susurro con dolor.—Tampoco está lejos de mi ideal de hombre con su figura —levanto la cabeza, sorprendido al escucharla—. No así en la manera en que me trata y, mucho menos, como dice usted que me enamora.—Puedo ser mejor, señorita —digo, lleno de esperan
David es el hermano menor de Leonard y su mano derecha en todo. Su vínculo es inquebrantable, y siempre está dispuesto a ayudarlo, lo que facilita que se acerque a Lúa sin complicaciones. Sin embargo, ese tipo de cosas siempre pone nerviosa a mi amiga.—Lúa, yo soy el hermano de Leo —le dice David directamente, caminando a su lado como si la conversación fuera la cosa más casual del mundo.—Lo sé, señor David —responde ella, tratando de mantener la compostura; sin embargo, su timidez es evidente solo con escucharle. No todos los días hablas con uno de los jefes de la empresa, y menos cuando ese jefe te habla de manera tan personal.—Sé que lo sabes, pero con toda la locura que tienen encima esos dos, tú y yo tenemos que estar muy coordinados —le explica él con seriedad, mientras siguen caminando hacia la oficina de Leonard. En ese momento, saca una t
Mi amiga suspira, todavía sin entender cómo logré meterme en una situación tan absurda con mi jefe. Me mira con resignación, incapaz de comprender mis siempre caóticos encuentros con Leonard.—Ojalá que sea solo eso que dices y se le pase pronto —continúa hablando con máxima seriedad—. Porque este jueguito que empezaron ustedes dos no me está gustando nada. Mira, aquí está toda la información que nos dio. Llévatela al hospital, entretente leyéndola y después me la pasas. Yo debo ir a almorzar con su hermano David y su esposa para coordinarnos también y asegurarnos de que nadie descubra la mentira de que ustedes son novios desde la universidad.Me extiende la carpeta que le dio Leonard, muy seria. Es evidente que Lúa no está disfrutando en absoluto de esta situación, y no la culpo, especialmente porque sé que se
Lúa termina mirándome muy seria. Sé que, aunque a veces parezca alocada, en realidad es una chica sensata y responsable. Además, al estar fuera de mi situación, puede percibir cosas a las que yo muchas veces soy ciega. Sobre todo, sé que haga lo que haga, siempre busca lo mejor para mí. Nos queremos como hermanas. No tenemos secretos entre nosotras, nos conocemos demasiado bien y confiamos ciegamente la una en la otra.—Lo sé, Lúa, lo sé. Confío ciegamente en ti, lo sabes —le contesto con la misma seriedad, porque es verdad y me lo ha demostrado durante todos los años que hemos estado juntas—. Sí, tienes razón, no quiero hacerles daño. No aceptaré su propuesta. Es cierto que me gusta Brayan; todo de él me ha gustado siempre: su cuerpo, sus ojos, la manera en que sonríe, cómo trata a Edna y cómo la ama. Me encanta el brillo