El dolor en su grito me desgarra el alma. Se deja caer llorando en el sillón mientras niega con la cabeza. Me apresuro a correr a su lado con desesperación.
—¡Que no hizo nada de eso, Gelsy! Esa mujer te ha estado engañando igual que a mí todos estos años. ¡Mira, soy compatible! —y le alargo los resultados de las pruebas que lo demuestran—. ¡Soy compatible con los niños y ya arreglé con los doctores para la cirugía! ¡Los salvaré, Gelsy, salvaré a nuestros hijos! Ella toma los papeles de mi mano y los observa con temblorosa intensidad. Sus dedos apenas sostienen las hojas, y su cuerpo, que ha vivido años golpeado por la desesperación y los rápidos cambios de una vida que nunca le dio tregua, parece a punto de colapsar de nuevo. —Esto no puede ser verdad... —murmura, leyendo sin parpadear—. Esto no pu