Miré a Lua con incredulidad. ¿Cómo podía estar haciéndome esa pregunta sabiendo como lo detestaba? Jamás estaría con un hombre que cambia de mujer como de camisa.
—De acuerdo Clío, sólo quiero que seas feliz —dijo ella dándome un abrazo. —Y ahora me voy, tengo algunas cosas que hacer todavía, quedé con mamá que la ayudaría a hacer el pastel de cumpleaños de papá. Es hoy, ¿vas a ir?—Te dije que sí. Cuenta conmigo. Después de que vaya a casa de mi abuelita, nos vemos en tu casa —nos damos un abrazo de despedida antes de llegar a mi casa—. Un beso, mi amiga, y gracias por todo. Luego de que Lúa se fuera, camino despacio hasta mi casa, pensando en cómo haría para que mi jefe aceptara lo que le iba a pedir. Al llegar, veo el auto del señor Leonard, me doy cuenta deEl señor Leonard se ha quedado mirándome con una expresión que no puedo describir. Se ha quedado con la boca abierta y me mira desconcertado, como si no entendiera lo que le pido, por ello le explico.—Señor Leonard, deseo que, a partir de este momento, sea un perfecto caballero conmigo, mientras finge que soy el amor de su vida. Su prometida para ser más exactos —enfatizo sosteniendo su mirada de incredulidad. — Esa es la recompensa que le estoy exigiendo y que usted me prometió ayer que haría. ¿Está de acuerdo?Mi jefe me mira como si fuera la primera vez que lo hace. Yo recojo las tazas de café y las llevo a la cocina, dejando que procese lo que le pedí, al tiempo que pienso mi estrategia de ataque para lograr que acepte. Él sigue en silencio observándome, se pone de pie, extiende su mano, mientras dice con una expresión que n
He salido del apartamento de Clío, aturdido y sin saber qué pensar. Es una mujer tan hermosa, con esa sonrisa que me desarma, pero, a la vez, tan fría y distante; siempre me mira de frente, muy segura de lo que quiere en la vida. Se ha ganado toda mi admiración; no es solo su físico lo que me atrae, aunque es realmente hermosa. Es esa personalidad arrolladora que tiene, tan segura de sí misma y decidida a ganarse la vida por sus propios méritos, lo que la convierte en el ideal de mujer que deseo. Sin embargo, cada día estoy más lejos de lograrlo.Pensé realmente que me iba a encontrar con todo un drama, pero nada más lejos de mi imaginación. Su actitud era la de una negociadora, fría e invasiva, exponiendo lo que quiere de una manera firme y segura. Me tomó tan por sorpresa que no sabía cómo reaccionar y, para ocultar mi asombro, acepté todo lo que
Mi hermano como siempre me pide que me calme y me invita a ir a almorzar con ellos. A lo mejor eso me ayuda, porque ahora mismo estoy desesperado. Creo que me hará bien estar con mis sobrinas hoy. Cuelgo la llamada y me dirijo a mi auto pensativo, la imagen de Clío al salir del baño con su cabellos mojado, oliendo a jazmín no me la puedo quitar de la cabeza. Abro el auto y me siento suspirando con la cabeza apoyada en el timón.¿Cómo voy a lograr hacer eso con Clío? Estoy seguro de que no voy a poder, que voy a quedar mal con ella. Vamos Leonard, tú puedes, tienes que demostrarle que la respetas, que la admiras y que de verdad es el amor de tu vida.Me quedo un gran rato pensativo con la cabeza apoyada en el timón, sin darme cuenta se me pasa el tiempo, cuando mi reloj me avisa la hora, inicio el auto y salgo disparado rumbo a casa de David, al llegar los veo que se est&aacu
En verdad me asombro de que Leonard haya aceptado tan rápido venir a acompañarme. A lo mejor solo lo dijo para que los que lo escuchaban creyeran que tenía que irse. Seguro estaba fingiendo y su aceptación es parte de ello. ¿Cómo estará mi abuela? Me siento en una esquina lo más alejada de la entrada, cerca de las ventanas; miro a lo lejos la ciudad y luego unos pasos que se acercan me hacen girar la cabeza para ver que una chica se aproxima.—Buenos días, señorita —me saludó al detenerse frente a mí.La miro de arriba abajo; parece muy educada, aunque no se me escapa que desde la esquina un camarógrafo nos filma. Pero le respondo educadamente:—Buenos días, ¿puedo ayudarle en algo?—¿Es usted Clío Cisneros Fresneda? —pregunta con la misma sonrisa de antes.—La mis
La enfermera lo mira y luego observa al grupo de periodistas que se alejan al verla; después me dirige una mirada comprensiva y asiente.—Hay una sala de espera para pacientes y familiares, más aislada. Si quieren, pueden esperar allí mientras arreglo lo que me pide —se va a marchar, pero se detiene—. Aunque ya está lista la habitación que le corresponde a la paciente. Puede esperar en ella hasta que la saquen del salón de recuperación.Asiento agradecida y la seguimos, sintiendo cómo la mirada de los periodistas se clava en nuestras espaldas hasta que doblamos en un pasillo y los perdemos de vista. Sin embargo, ya no estoy tan tranquila y empiezo a pensar que lo que le exigí a mi jefe tal vez no sea buena idea. Todo esto se está desarrollando demasiado rápido para mi gusto.—Bueno, señor Leonard, creo que ahora voy a estar a salvo de los paparazzi. Puede marcha
Leonard miraba a Clío con desesperación; ya no sabía qué más hacer para que ella lo aceptara. Por más que lo intentaba, ella parecía inmune a sus encantos. Su mirada fría y sus rechazos constantes lo desarmaban, pero esta vez había decidido ir con todas sus fuerzas. Con determinación, se puso de pie, rodeó el buró que los separaba y, con un ademán solemne, se arrodilló frente a ella. Clío lo observaba inmutable, como si aquella escena fuera una rutina más. Leonard tomó su delicada mano entre las suyas y, mirándola directamente a los ojos con una intensidad desgarradora, confesó:—Te amo, Clío. Clío arqueó ligeramente una ceja, su rostro permanecía sereno. Se quedó allí mirando a su jefe hasta que soltó un suspiro.—¿Por qué me dices eso, Leo? —preguntó con un tono neutral, sin el más mínimo indicio de emoción.—Porque eres hermosa —respondió Leonard, esbozando una sonrisa cargada de nerviosismo y esperanza.La decepción cruzó fugazmente los ojos de Clío, quien apartó su mano tras un
Clío salió de la oficina caminando a paso firme, aunque no pudo evitar sentir una mezcla de enojo y frustración bullendo en su interior. ¿Por qué Leonard insiste en estar detrás de mí, cuando es evidente que lo detesto? pensó, mientras empujaba la puerta de su despacho. Entró y fue directamente al dispensador de agua. Necesitaba calmarse. Sirvió un vaso de agua fría y lo sostuvo entre las manos, tratando de sofocar el calor que se acumulaba en su cuerpo, no solo por el enfado, sino también por ese pequeño y molesto nerviosismo que él lograba despertar en ella. —¿Volviste a rechazar al jefe? —preguntó Lúa, su mejor amiga y asistente personal, quien acababa de entrar, aún sosteniendo la carpeta de pendientes del día. —Sabes muy bien que no lo soporto —respondió Clío, dejándose caer en una silla con un tono cargado de frustración—. Se cree que todas las mujeres debemos caer rendidas a sus pies como si fuera un dios griego o algo así. Lúa entrecerró los ojos, analizándola con una son
Lúa ladeó la cabeza, analizándola con ojos perspicaces, pero decidió no insistir. La conocía demasiado bien y estaba convencida que su amiga creía eso que le decía. —Bueno, espero que algún día encuentres a tu Brayan —cedió con una pequeña sonrisa. Sin embargo, pronto su rostro se iluminó con picardía, y añadió, en un tono burlón—: A mí, que me dejen con uno como Leo. Su cuerpo me enloquece, y si no sabe hablar, no me molesta mucho. Lo que importa es el trabajo que hace en la cama, ja, ja, ja, ja... Clío soltó una carcajada sincera, negando con la cabeza. Pensando que su amiga no tenía remedio. —¡Grosera, nunca vas a cambiar! —dijo, aunque no pudo evitar que una sonrisa cruzara su rostro. Lúa siempre tenía ese don para hacerla reír, incluso en los momentos más tensos. —Nada de grosera —respondió Lúa, moviéndose por la oficina como si la conversación fuera lo más casual del mundo—. Eso lo dices porque nunca has probado el dulce como se debe. El día que lo hagas, estoy segur