Me paso un rato hablando y jugando con Alan, mientras veo cómo Clío limpia la cocina y mira qué puede hacer de almuerzo. Al fin, me decido a ir a ayudarla, cuelgo la llamada con mi hijo y me acerco lentamente, observando su escultural cuerpo, sin poder borrar de mi mente la sensación de haberla tenido debajo de mí.
—Dos días, Leonard —dijo de repente, levantando la mirada, con esos ojos que siempre parecían exigir claridad, honestidad—. Solo vamos a estar dos días más aquí, así que, por favor, no compliques más las cosas. Había un filo en su tono, una advertencia que me hizo sentir como si estuviera caminando sobre hielo delgado. Pero también había algo más: una tensión apenas disfrazada que me decía que, aunque me pidiera que no complicara las cosas, ella también estaba luchando contra algo. &mdash