La fiebre seguía ardiendo en mis venas, pero lo que realmente me quemaba eran las preguntas sin respuesta. ¿Qué hacía Leonard realmente? ¿Era solo culpa? ¿Una forma de arreglar las cosas? ¿O una de esas segundas oportunidades de las que siempre escuché, pero que sabía que nunca eran tan simples como las pintaban? Respiro profundo y le pregunto, elevando la voz.
—¿Cómo pudiste hacerme eso, Leo? ¿Por qué me dejaste sufrir sola todos estos años? —vuelvo a reclamar, aunque ya me ha dado todas las explicaciones que, en el fondo, no le he creído del todo—. ¡Dijiste que me buscarías, que te harías cargo de mí! ¡Te creí, Leo, te creí! Entendí que no me querías violar, que lo hiciste porque te drogaron igual que a mí.Le grito, sacándolo de ese estado raro en que se encuentra. Tengo la s