Nos adentramos en una sala de juntas repleta. La mayoría son hombres que, al verme, prácticamente me desnudan con la mirada. Una chica muy profesional hace las presentaciones. Cuando soy anunciada, me adelanto y hago mi presentación. Todo sale muy bien; al retirarse, los participantes felicitan a mi jefe y algunos a mí. — Muchas gracias, Clío, ha sido, como siempre, un trabajo impresionante —me dice mi jefe, sin perder su profesionalidad. — Gracias, señor, solo hago mi trabajo —respondo de igual manera. — Bueno, ahora que todo ha terminado, habrá una pequeña recepción en la planta baja. Relájese y vamos. Después, la llevaré personalmente a su casa —me habla respetuosamente, pero ni loca lo dejo llevarme; podría intentar algo al vernos solos en su coche. Por eso me apresuro a decirle: — No es necesario, señor. Tomaré un taxi. — Puedo llevarla, pero si lo prefiere así, no me voy a oponer —dice con la misma seriedad con que me ha tratado toda la noche.Estoy asombrada, realment
Esto debe ser el karma, no debía reírme de la desgracias de mi jefe. Me pego a la pared corriendo, mientras miro a Leonard, que trata de tapar la mancha en su pantalón mientras maldice una y otra vez que no puede hacer nada. —Señorita Clío, acérquese por favor —me llama. —No puedo señor, venga usted, necesito de su ayuda—. Le pido casi en una súplica. Él me mira y avanza, cubriendo con su mano el pantalón. —Señor, necesito que me dé su saco —balbuceo mirando a todas partes. —¿Mi saco? —se asombra y niega con la cabeza. —No puedo señorita, mire como me ha dejado esa chica, y todavía tengo que atravesar todo ese espacio hasta la salida. —¡Señor, mi vestido se ha abierto! —Susurro aterrada. —¿Qué quiere decir? —pregunta levantando una ceja. —¡El zíper de mi vestido se ha abierto, estoy completamente desnuda! —Repito maldiciendo a Lua por hacerme esto. —¡Por favor, ayúdeme! —A ver, dese la vuelta, a lo mejor no es tan grave —dice muy serio. —¡Lo es señor, lo es! —Digo mientras
Leonard guardó silencio con expresión dolida, pero no dijo nada más. El chofer, por indicación de Leonard, arrancó el coche. Mi jefe seguía sin articular palabra, mientras yo me hundía en el asiento de cuero, intentando que el saco cubriera lo más posible mi cuerpo.— Muchas gracias, señor, se lo agradezco mucho —dije, respirando aliviada y un poco avergonzada por lo sucedido antes—. Disculpe, estoy agotada.— No me lo agradezca todavía —respondió muy serio, sin mirarme—. Me temo que esta salida nos va a dar muchos dolores de cabeza a usted y a mí.Era la primera vez que lo veía comportarse de esta manera, y aunque había mostrado su otro yo por un momento, seguía siendo todo un caballero conmigo. Al llegar a mi casa, lo miré de soslayo.— Esta es mi casa, señor. Muchas gracias por todo —iba a bajar, pero me detuve y le pregunté—: ¿Quiere subir para poder regresarle su saco? Quizás pueda ayudarle a quitar la mancha de su pantalón.— Está bien, señorita, no se preocupe —se negó, para mi
Me quedé quieta mirando a Leonard, estaba visiblemente enojado y nervioso al mismo tiempo. Era verdad que era parte del problema, pero no veía la necesidad de seguir alimentando los rumores de los demás. Su fama de Casanova era la que nos había puesto en la mira de todos los periodistas más que lo que había sucedido.—Solo va a acompañarme, señorita Clío, por favor —me pidió suplicante y luego le brillaron los ojos y dijo—: Luego juro que le daré una recompensa, lo que me pida.—¿Lo que le pida? ¿Hará cualquier cosa que le pida? —pregunté con incredulidad, pero tentada a aceptar.—Sí, le doy mi palabra —repitió muy serio.Claro, su propuesta me dejaba perpleja, pero también me llenaba de una curiosidad irrefrenable. ¿Acaso no sería interesante ver cómo se desenvolvía entre toda esa gente importante, con su carisma innato y sus maneras que a veces desconcertaban? Leonard tenía ese poder de hacer palpitar la curiosidad de quien lo rodeaba, y la promesa que me hacía añadía un toque de
Nuestra actuación de enamorados convence a todos de que somos la pareja más enamorada del salón, todos nos miran y nos toman fotos. Yo sé, que me estoy metiendo en tremendos problemas, pero no es algo que yo no pueda resolver y sobrellevar. La mujer nos observa desde la distancia, con sus ojos centelleando por la derrota. Su intento de insinuarse había quedado desbaratado y, para mi sorpresa, no siento el menor rastro de inseguridad. Al contrario, estoy más decidida que nunca a no ceder terreno. Al fin la gala termina, estoy extenuada, sin saber cómo me quedo dormida en el auto recostada al hombro de mi jefe, que me deja hasta llegar. Me llama con cuidado y, sin yo pedírselo, me lleva hasta la puerta de mi apartamento.—Muchas gracias, señorita Clío, no sabe del gran problema que me sacó —se va a marchar, pero regresa para decirme—. Hablaremos mañana sobre la recompensa que quiere. Buenas noches.—Buenas noches, señor Leonard —digo y me introduzco en mi casa, me meto directo en el b
No le respondo de inmediato. La mañana avanza mientras continuamos nuestra caminata hasta sentarnos en la arena una al lado de la otra. Al final, el mar ha hecho su magia, ambas nos sentimos más tranquilas.—Ahora, con mi cabeza fría, encuentro todo lo sucedido muy extraño —digo mirando el vaivén de las olas.—¿Por qué? —me pregunta enseguida.Las posibilidades comienzan a girar en mi mente como un huracán. El sonido de las olas proporciona el ritmo perfecto para mis pensamientos intrincados mientras Lúa permanece en silencio.—Mi jefe, ayer parecía otra persona —inicio a contar con desconfianza—. Muy elegante, culto, respetuoso. En todo momento, muy atento. No se insinuó ni se propasó en toda la noche conmigo. Fue el perfecto caballero. ¿No te parece extraño eso?—¿Me estás hablando del Leonard que según tú, no deja de enamorarte cuando están solos? —pregunta Lúa con incredulidad.—Sí, del mismo —respondo recordando la noche anterior—. Era un caballero en toda regla, ni siquiera cua
Miré a Lua con incredulidad. ¿Cómo podía estar haciéndome esa pregunta sabiendo como lo detestaba? Jamás estaría con un hombre que cambia de mujer como de camisa. —De acuerdo Clío, sólo quiero que seas feliz —dijo ella dándome un abrazo. —Y ahora me voy, tengo algunas cosas que hacer todavía, quedé con mamá que la ayudaría a hacer el pastel de cumpleaños de papá. Es hoy, ¿vas a ir?—Te dije que sí. Cuenta conmigo. Después de que vaya a casa de mi abuelita, nos vemos en tu casa —nos damos un abrazo de despedida antes de llegar a mi casa—. Un beso, mi amiga, y gracias por todo.Luego de que Lúa se fuera, camino despacio hasta mi casa, pensando en cómo haría para que mi jefe aceptara lo que le iba a pedir. Al llegar, veo el auto del señor Leonard, me doy cuenta de
El señor Leonard se ha quedado mirándome con una expresión que no puedo describir. Se ha quedado con la boca abierta y me mira desconcertado, como si no entendiera lo que le pido, por ello le explico.—Señor Leonard, deseo que, a partir de este momento, sea un perfecto caballero conmigo, mientras finge que soy el amor de su vida. Su prometida para ser más exactos —enfatizo sosteniendo su mirada de incredulidad. — Esa es la recompensa que le estoy exigiendo y que usted me prometió ayer que haría. ¿Está de acuerdo?Mi jefe me mira como si fuera la primera vez que lo hace. Yo recojo las tazas de café y las llevo a la cocina, dejando que procese lo que le pedí, al tiempo que pienso mi estrategia de ataque para lograr que acepte. Él sigue en silencio observándome, se pone de pie, extiende su mano, mientras dice con una expresión que n