Clío tragó saliva, un leve nudo formándose en su garganta. Sabía que, en teoría, lo que ellos planteaban sonaba como una oportunidad increíble. Sin embargo, algo en su interior, una especie de pulso silencioso, la instaba a no precipitarse. Necesitaba analizarlo, reflexionar con calma.
Ambos la miraban con expectación, como si estuvieran seguros de que diría que sí de inmediato. Pero Clío no tomaba decisiones apresuradas, mucho menos si se trataba de negocios. Ella valoraba la lógica y la preparación por encima de cualquier emoción momentánea. Enderezándose en la silla, adoptó una postura profesional, decidida a no dejarse arrastrar por el entusiasmo del momento. —Me siento muy halagada de que piensen tan bien de mí, chicos —comenzó, eligiendo cada palabra con cautela, para no herir sus sentimientos—. Pero ustedes me conocen, soy… complicada para trabajar. Soy exigente, un poco inflexible. A veces me gana la frustración y termino chocando con todos si las cosas no salen como quiero. Dudó un instante, bajando la mirada hacia sus manos entrelazadas sobre la mesa. Estaba siendo honesta, más con ella misma que con ellos. —He creado mi propio equipo, y lo he formado a mi manera. He trabajado durante años para construir algo mío, algo que aún está tomando forma, pero que es importante para mí —se detuvo antes de proseguir. — Saben que mi meta, al menos por ahora, es lanzar mi propia firma junto con Lúa. Es un plan que he tenido en mente desde hace tiempo. Subió la mirada, buscando en los ojos de sus amigos algún rastro de decepción, algún indicio de que sus palabras pudieran haberlos herido. —Y para serles sincera, no había considerado una posibilidad como la que ustedes me están proponiendo. Tengo que pensarlo. No puedo tomar una decisión de este tipo de manera apresurada. Lo siento… Brayan asintió lentamente, cruzando los brazos mientras reflexionaba sobre sus palabras, mientras que Edna, aunque algo desanimada, le regaló una sonrisa cálida. —Sabemos que no es algo sencillo, Clío —dijo Edna, con esa dulzura que siempre lograba desarmar cualquier tensión—. Y entendemos que necesitas tiempo. Solo queremos que sepas que la oferta está sobre la mesa. No hay prisa, ni presión. —No hay problema, amiga. Sabemos que tienes que pensarlo muy bien —intervino Brayan, aunque Clío no pudo evitar notar un destello de decepción en su mirada. Su tono, sin embargo, se esforzaba por sonar comprensivo—. Trabajas en una enorme empresa, has construido tu carrera a base de esfuerzo y dedicación. La nuestra no es tan grande como lo que tú representas ahora. —No se trata de eso, chicos —lo interrumpió Clío rápidamente, para disipar cualquier malentendido—. Es una gran responsabilidad asumir algo así. No es lo mismo ser una trabajadora que lo que ustedes me están ofreciendo. De verdad, lo pensaré bien, se los prometo. Pero necesito una semana para analizarlo. Hizo una pausa, bajando un poco el tono de su voz, con una mezcla de sinceridad y preocupación que empañaba sus palabras. —Conocen mejor que nadie que mi vida personal no es sencilla… pero también saben lo importante que es para mí. —Hizo una pausa. — Necesito tiempo libre para ellos, no puedo decidir hacer esto. Edna asintió de inmediato, tratando de transmitir serenidad mientras retomaba la palabra. —Está bien, Clío. Tómate el tiempo que necesites. Fue Brayan quien, entonces, inclinándose levemente hacia ella y tomando una de sus manos, añadió con firmeza: —Pero hay algo que quiero que tengas muy presente. No importa lo que decidas, seguiremos siendo mejores amigos. Esto no es más que una propuesta, y jamás querríamos que algo así termine haciendo mella en la amistad que hemos construido. —Exacto, Clío. Es solo eso: una propuesta —intervino Edna, dibujando una sonrisa cálida que iluminaba el ambiente—. Si decides que no es para ti, seguiremos exactamente como hasta ahora. No temas perder nuestra amistad si decides no aceptar. Clío exhaló profundamente, sintiéndose aliviada por su actitud comprensiva. Había algo profundamente reconfortante en saber que, pase lo que pase, su vínculo con ellos seguiría intacto. —Gracias, chicos —dijo finalmente, conmovida—. Me dolería mucho si algo como esto llega a cambiar lo que tenemos. —Ustedes son los únicos amigos, mejor dicho, la única familia que tengo junto a mi abuelita… sin contar a Lúa, claro. —Se detuvo, sintiendo el nudo en la garganta que tantas memorias evocaban. Tomó una respiración profunda y continuó—. Bueno… ustedes saben lo que quiero decir. Saben todo de mí, saben exactamente a lo que me refiero. Edna extendió una mano sobre la mesa y la puso suavemente sobre la de Clío, ejerciendo una ligera presión fraternal, reconfortante. — No Clio querida, no lo tomes así—dice Edna tomándome las manos— es que eres nuestra querida amiga, cuando decidimos hacer la ampliación, en quien pensamos primero fue en ti. Pero mi hermano también puede ser una opción. —Si querida, no te sientas presionada, no eres nuestra única opción, aunque si la preferida —aclaró Brayan sonriendo, aunque había tristeza en su mirada. —Bueno, ahora acompáñanos a almorzar. Y dejemos de hablar de trabajo —dice Edna y se puso de pie haciendo que todos lo hicieran también. Se montan en el auto de Brayan que es conducido por su asistente Jenri, y en cinco minutos están en un hermoso restaurante al aire libre. Edna de inmediato dice que es su restaurante favorito. Lo habían descubierto hacía poco. Pero podía asegurar, que la comida que hacían era la más deliciosa que han comido en toda su vida. Hablaba con una felicidad que no pasó desapercibida para todos. Brayan por el contrario estaba silencioso. Clío puede notar como mira a su esposa con mucho amor. Sigue perdidamente enamorado de ella, a pesar de los años que llevan juntos, y ella de él al ver como Edna lo besa suavemente en los labios. La imagen de ellos, mirándose con ese inmenso amor, la tiene clavada en su cerebro. Y cree, que es uno de los motivos, porque no se resigna con una relación que no le brinde esa felicidad, y amor que ve en ellos. Sin contar, que quiere encontrar ese hombre comprensivo, que la ame con todo lo que viene con su persona. Además, estaba Leonard. A pesar de su problema personal, él había confiado en ella cuando nadie más lo hizo. La dejaba hacer todo lo que ella quería, sin restricciones. La enseñaba sin recelos ni miedos. Le tenía una ciega confianza que ella no sabía si podría traicionar. Conocía que sí ahora mismo le decía que iba a renunciar, metería a la empresa en serios peligros, y eso no era su estilo. —¿Es por Leonard que no aceptas? —escuchó de pronto a Brayan hablando casi en su oído. —¿Estás enamorada de tu jefe, Clío?El día de hoy ha sido agotador. He estado presionada por la cantidad de proyectos, y cuando pensé que había terminado, mi jefe me llamó para que sustituyera a una trabajadora que se accidentó y no pude negarme. Es una reunión muy importante. —Clío, estás tarde —me presiona Lua desde la puerta, con mi vestido en una mano y los papeles en otra. —Ya voy, Lua, no sé por qué el jefe me avisó con tan corto periodo —digo molesta, siempre es así con él. —Es que Larisa tuvo un accidente en el auto y se partió el brazo, ella era la que iba a ir. Pero esto para ti es fácil —sigue diciendo Lua sin dejar de ayudarme—. Ya llegó el taxi. —Está bien, está bien. Dame el vestido —no lo puedo creer, creo que no voy a poder meterme en él—. ¿Por qué compraste ese tan entallado? Y para colmo, con un cierre que cierra completo. —Clío, era el más elegante que tenían en la tienda de tu talla —contesta Lua sin hacerme caso, yo sé que lo compró a su gusto, no al mío—. Mira, te queda perfecto, toma los zapa
Nos adentramos en una sala de juntas repleta. La mayoría son hombres que, al verme, prácticamente me desnudan con la mirada. Una chica muy profesional hace las presentaciones. Cuando soy anunciada, me adelanto y hago mi presentación. Todo sale muy bien; al retirarse, los participantes felicitan a mi jefe y algunos a mí. — Muchas gracias, Clío, ha sido, como siempre, un trabajo impresionante —me dice mi jefe, sin perder su profesionalidad. — Gracias, señor, solo hago mi trabajo —respondo de igual manera. — Bueno, ahora que todo ha terminado, habrá una pequeña recepción en la planta baja. Relájese y vamos. Después, la llevaré personalmente a su casa —me habla respetuosamente, pero ni loca lo dejo llevarme; podría intentar algo al vernos solos en su coche. Por eso me apresuro a decirle: — No es necesario, señor. Tomaré un taxi. — Puedo llevarla, pero si lo prefiere así, no me voy a oponer —dice con la misma seriedad con que me ha tratado toda la noche.Estoy asombrada, realment
Esto debe ser el karma, no debía reírme de la desgracias de mi jefe. Me pego a la pared corriendo, mientras miro a Leonard, que trata de tapar la mancha en su pantalón mientras maldice una y otra vez que no puede hacer nada. —Señorita Clío, acérquese por favor —me llama. —No puedo señor, venga usted, necesito de su ayuda—. Le pido casi en una súplica. Él me mira y avanza, cubriendo con su mano el pantalón. —Señor, necesito que me dé su saco —balbuceo mirando a todas partes. —¿Mi saco? —se asombra y niega con la cabeza. —No puedo señorita, mire como me ha dejado esa chica, y todavía tengo que atravesar todo ese espacio hasta la salida. —¡Señor, mi vestido se ha abierto! —Susurro aterrada. —¿Qué quiere decir? —pregunta levantando una ceja. —¡El zíper de mi vestido se ha abierto, estoy completamente desnuda! —Repito maldiciendo a Lua por hacerme esto. —¡Por favor, ayúdeme! —A ver, dese la vuelta, a lo mejor no es tan grave —dice muy serio. —¡Lo es señor, lo es! —Digo mientras
Leonard guardó silencio con expresión dolida, pero no dijo nada más. El chofer, por indicación de Leonard, arrancó el coche. Mi jefe seguía sin articular palabra, mientras yo me hundía en el asiento de cuero, intentando que el saco cubriera lo más posible mi cuerpo.— Muchas gracias, señor, se lo agradezco mucho —dije, respirando aliviada y un poco avergonzada por lo sucedido antes—. Disculpe, estoy agotada.— No me lo agradezca todavía —respondió muy serio, sin mirarme—. Me temo que esta salida nos va a dar muchos dolores de cabeza a usted y a mí.Era la primera vez que lo veía comportarse de esta manera, y aunque había mostrado su otro yo por un momento, seguía siendo todo un caballero conmigo. Al llegar a mi casa, lo miré de soslayo.— Esta es mi casa, señor. Muchas gracias por todo —iba a bajar, pero me detuve y le pregunté—: ¿Quiere subir para poder regresarle su saco? Quizás pueda ayudarle a quitar la mancha de su pantalón.— Está bien, señorita, no se preocupe —se negó, para mi
Leonard miraba a Clío con desesperación; ya no sabía qué más hacer para que ella lo aceptara. Por más que lo intentaba, ella parecía inmune a sus encantos. Su mirada fría y sus rechazos constantes lo desarmaban, pero esta vez había decidido ir con todas sus fuerzas. Con determinación, se puso de pie, rodeó el buró que los separaba y, con un ademán solemne, se arrodilló frente a ella. Clío lo observaba inmutable, como si aquella escena fuera una rutina más. Leonard tomó su delicada mano entre las suyas y, mirándola directamente a los ojos con una intensidad desgarradora, confesó:—Te amo, Clío. Clío arqueó ligeramente una ceja, su rostro permanecía sereno. Se quedó allí mirando a su jefe hasta que soltó un suspiro.—¿Por qué me dices eso, Leo? —preguntó con un tono neutral, sin el más mínimo indicio de emoción.—Porque eres hermosa —respondió Leonard, esbozando una sonrisa cargada de nerviosismo y esperanza.La decepción cruzó fugazmente los ojos de Clío, quien apartó su mano tras un
Clío salió de la oficina caminando a paso firme, aunque no pudo evitar sentir una mezcla de enojo y frustración bullendo en su interior. ¿Por qué Leonard insiste en estar detrás de mí, cuando es evidente que lo detesto? pensó, mientras empujaba la puerta de su despacho. Entró y fue directamente al dispensador de agua. Necesitaba calmarse. Sirvió un vaso de agua fría y lo sostuvo entre las manos, tratando de sofocar el calor que se acumulaba en su cuerpo, no solo por el enfado, sino también por ese pequeño y molesto nerviosismo que él lograba despertar en ella. —¿Volviste a rechazar al jefe? —preguntó Lúa, su mejor amiga y asistente personal, quien acababa de entrar, aún sosteniendo la carpeta de pendientes del día. —Sabes muy bien que no lo soporto —respondió Clío, dejándose caer en una silla con un tono cargado de frustración—. Se cree que todas las mujeres debemos caer rendidas a sus pies como si fuera un dios griego o algo así. Lúa entrecerró los ojos, analizándola con una son
Lúa ladeó la cabeza, analizándola con ojos perspicaces, pero decidió no insistir. La conocía demasiado bien y estaba convencida que su amiga creía eso que le decía. —Bueno, espero que algún día encuentres a tu Brayan —cedió con una pequeña sonrisa. Sin embargo, pronto su rostro se iluminó con picardía, y añadió, en un tono burlón—: A mí, que me dejen con uno como Leo. Su cuerpo me enloquece, y si no sabe hablar, no me molesta mucho. Lo que importa es el trabajo que hace en la cama, ja, ja, ja, ja... Clío soltó una carcajada sincera, negando con la cabeza. Pensando que su amiga no tenía remedio. —¡Grosera, nunca vas a cambiar! —dijo, aunque no pudo evitar que una sonrisa cruzara su rostro. Lúa siempre tenía ese don para hacerla reír, incluso en los momentos más tensos. —Nada de grosera —respondió Lúa, moviéndose por la oficina como si la conversación fuera lo más casual del mundo—. Eso lo dices porque nunca has probado el dulce como se debe. El día que lo hagas, estoy segur
La mirada de Jenri se detuvo un segundo en ella, seria y analítica, antes de responder con la misma cortesía, pero con una frialdad que parecía una barrera infranqueable. —No es necesario, señorita Lúa, pero muchas gracias por el ofrecimiento—dijo secamente. Clío levantó una ceja, observando de reojo cómo su amiga intentaba mantener la compostura tras la respuesta desalentadora. Sin darle demasiadas vueltas, Jenri añadió con profesionalismo: —Ahora, síganme, por favor. Mi jefe las está esperando. Una vez más, el asistente se adelantó, guiándolas con pasos firmes mientras ellas lo seguían en silencio. Lúa mordió el interior de su mejilla, resistiendo la tentación de soltar algún comentario para aligerar la incomodidad. Clío, sin embargo, no pudo evitar una pequeña sonrisa irónica en sus labios. —Deberías tomar notas de cómo lidiar con un bloqueo emocional —susurró con humor, inclinándose hacia Lúa mientras caminaban. —¡Oh, cierra la boca! —respondió su amiga, visibl