Hoy me había levantado más temprano de lo que acostumbraba. No pude pegar un ojo después de lo que pasó con Clío anoche. Juro que quería resistir, pero llevaba tantos años sin sentir esas sensaciones, que, aunque mi cerebro me decía que me fuera, mi cuerpo se negaba a obedecerme. Me sorprendí al ver mi enorme miembro, al cual solo acostumbro a ver flácido, erguido en las manos de Clío. No podía creer su tamaño, mucho menos verlo desaparecer en su boca.
Al hacerlo, todo mi cuerpo sintió un corrientazo. Esas sensaciones tan enloquecedoras, que hacía más de cinco años no había vuelto a sentir, terminaron por convencerme de quedarme. Sí, dejé que ella me lo sugiriera de una manera que me llevó al orgasmo en unos minutos. No recordaba cómo era tener un orgasmo. Tuve que sacar toda mi fuerza de voluntad para no gritar y gemir