Capítulo 68.
POV- Armando.
El amanecer en la mansión se sintió extraño, pesado, como si la luz del sol no lograra atravesar del todo las sombras que aún nos envolvían desde aquella maldita noche. Me desperté antes que Valeria. La observé un instante: su rostro pálido, el gesto tenso incluso en sueños, como si siguiera peleando batallas invisibles en su mente. Y, a su lado, Vanessa, enroscada como un gatito contra el pecho de su madre.
Ese contraste me destrozaba: el dolor en el rostro de la mujer que amaba y la inocencia tranquila de nuestra hija, ajena al veneno que nos rodeaba.
Me levanté con sigilo, bajé a la cocina y pedí que prepararan el desayuno. No quería que Valeria se levantara ese día, no quería verla forzarse a ir a la empresa como si nada. No después de lo que había pasado. Así que ordené que nos llevaran bandejas a la habitación.
Subí con el servicio y cuando entré, Vanessa ya estaba despierta, con los rizos despeinados y los ojitos brillantes.
—¡Papá! —gritó al verme—. ¿Trajiste des