Capítulo 106.
POV Armando*
La selva no duerme nunca. Los grillos, los monos, el crujido de ramas bajo la humedad: todo parece un coro para recordarte que aquí no existe descanso, solo vigilancia. Esa noche, sin embargo, no fue la selva lo que me mantuvo en vela. Fue la sospecha. Esa sombra que llevaba días creciendo entre nosotros.
Jeremías entró a la tienda de mando con el gesto duro, los ojos oscuros. Venía acompañado de dos hombres que arrastraban a un tercero con los brazos atados atrás. La luz de las linternas rebotaba en su rostro sucio de tierra y sudor.
—Lo encontramos merodeando cerca del repetidor de señales —dijo Jeremías sin rodeos—. Estaba manipulando las conexiones.
El prisionero levantó la cabeza. Era Sánchez. Mi soldado de confianza desde hacía tres años. Había estado conmigo en Colombia, en la frontera de Brasil, en operaciones donde no cualquiera sobrevive. Recordaba cómo me salvó en una emboscada, y ahora lo tenía frente a mí, atado como un animal.
—¿Es cierto? —pregunté, mi voz