Alina se mordió el labio con fuerza. Sus dedos, aún aferrados a la copa de vino, temblaban al mismo ritmo que los latidos desbocados de su corazón. Frente a ella, la figura de aquel hombre de mediana edad se alzaba como una sombra oscura, lista para devorarla viva.
—Cariño… No es importante —susurró—. Olvídalo.
El señor Aaron la miró como si quisiera despojarla de todos sus pensamientos. Aquella mirada hizo que la sangre de Alina se congelara en las venas.
—¿Estás segura de que ese mensaje no era importante? —Aaron alzó una ceja y, sin previo aviso, tomó el bolso de Alina. Con brusquedad, abrió la cremallera y comenzó a revolverlo. El teléfono no tardó en quedar en sus manos.
—¡No! —gritó Alina, tratando de arrebatárselo, pero Aaron fue más rápido y le torció el brazo hacia atrás.
La mano de Alina cedió al dolor.
Aaron fijó la vista en la pantalla del teléfono. Tres mensajes de un nombre que no le era desconocido: Zack.
—¿Qué es esto, Alina? —espetó—. ¿Por qué este hombre te escribe a