La lluvia siguió cayendo durante tres días seguidos. El polvo del valle se convirtió en barro, los ríos volvieron a llevar agua y el césped verde se extendió por todo el alrededor del lago. Las manadas — ya unidas en una sola, la Manada del Lago Claro — vivían en paz. Tormenta y Trueno eran las alfas juntas, y Carlos era el beta, como le habían prometido.
Cada día era nuevo y lleno de vida. Las crías — entre ellas Zoe, que ya caminaba sola sin necesidad de Bruno — jugaban en el lago, persiguiéndose entre las olas. Los adultos cazaban juntos, recolectaban hierbas y construían guaridas más grandes y cómodas en la ladera de la colina.
Una mañana, Carlos salió a cazar con Fuego, Rayo y Luna. Cazaron dos ciervos jóvenes y volvieron al campamento para compartir la comida. Mientras todos comían, Trueno se paró en una roca alta.
"¡Manada!" gritó, y todos se callaron. "Hoy es un día importante. La sequía ha terminado — y nuestra union ha demostrado ser más fuerte que cualquier peligro. Para ce