Yo soy Diego, el hermano menor de Ramón. Todos dicen que somos iguales — trabajadores, buenos chicos — pero yo lo sé: Ramón tiene una cara que muestra al mundo y otra que se guarda para sí mismo. Cuando pasaron las cosas con Adelaide hace un año, todos en mi familia lo creyeron ciegamente: que era ella la que le insiste, que era ella la culpable. Yo también lo creí... hasta esa Navidad.

Ese año, Raquel y Ramón habían decidido pasar la Navidad en el piso de mi hermana mayor, Marta — ella vivía en un edificio grande, con dos pisos: abajo ella y su marido, arriba un apartamento vacío que usábamos para invitados. Raquel había dicho que no quería que Adelaide viniera, pero Ramón lo había sugerido con una excusa: "Aunque lo que hizo fue malo, es su hermana. La Navidad es para la familia." Yo me pregunté por qué se preocupaba tanto por ella, pero no le hice caso.

El día de Navidad, todos llegamos a la casa de Marta: yo, mi novia Lucía, mi mamá, mi papá, Raquel, Ramón y... Adelaide. Ella lleg