— ¿¡Cómo te atreves!? —la agente sostiene su arma con firmeza—. ¡No te vayas, maldición! —se acerca al auto de Alexander antes de que se vaya—. Escucha, si te vas, te juro que las pruebas que tengo en tu contra las voy a usar. Estarás en la cárcel y desde allí no podrás proteger a tu familia.
Alexander enciende el auto y hace resonar el motor. —¡Lucresia Rizzo culpa a Sofía Mangano por la desaparición de su padre e hijo! Ella dice que ustedes los asesinaron.
—¿Y usted le cree? Quítese y no me haga perder el tiempo.
—¡No me voy a quitar! Necesito que seas un hombre de verdad, que bajes y me des la cara como el hombre que eres, si es que tienes pantalones —espetó, y Alexander siente una enorme ira hacia esa mujer. Apaga el auto y se baja, por lo que ella retrocede un paso y mantiene su frente en alto.
—¿Qué demonios quieres? —le pregunta al tenerla frente a frente—. Sabes, tienes la maldita oportunidad de matarme, ya que estamos solos.
—Me sirves más estando vivo. Vamos a un lugar más p