Tengo una llama adentro.
Literalmente.
No es una metáfora bonita para hablar de mis ganas de vivir, mi pasión por salvar al mundo o el calor que me causa cierta mirada oscura cada vez que se posa en mi boca como si quisiera devorarla. No. Estoy hablando de fuego real.
Fuego lunar.
Una combinación imposible. Una paradoja viva. Como si el sol y la luna hubieran tenido una hija testaruda con más emociones que sentido común.
Y sí. Esa hija soy yo.
Desde que Elarian mostró su mirada a través de Elrien, las cosas cambiaron. Ya no hay espacio para negaciones dulces ni excusas cómodas. El enemigo está dentro y fuera, y lo peor es que también está en mí. Por eso Kian insistió en que empezara a entrenar, aunque yo no sabía si era más por el bien del campamento o por no morir calcinado mientras dormía a mi lado.
Porque eso es lo que más me desconcierta de él. Que todavía duerme a mi lado.
No como pareja. No oficialmente. Pero con la naturalidad de alguien que me pertenece incluso cuando yo no se