Thor colgó el teléfono y se volvió hacia Celina.
— Prométeme algo… Solo sales de aquí conmigo. No importa lo que pase ahí dentro. ¿De acuerdo?
Ella le apretó la mano con fuerza y respondió con firmeza:
— De acuerdo. Ya aprendí la lección, Thor. Estoy contigo, amor. — Se inclinó y le dio un beso suave en los labios. — Vamos.
Thor salió del coche, rodeó el vehículo y abrió la puerta para ella. Esperó a que bajara, cerró la puerta y activó la alarma. Entraron al hospital tomados de la mano, con pasos firmes, como quien entra a una guerra acompañado.
Dentro del ascensor, el silencio volvió… pero era un silencio distinto: espeso, cargado de expectativa.
El pasillo blanco del hospital estaba sumido en una tensión palpable cuando las puertas del ascensor se abrieron y Thor salió con Celina de la mano. Los dedos entrelazados, la mirada protectora de él, el gesto cansado de ella. Pero antes de que pudieran dar dos pasos hacia la habitación de Isabela, un grito cortó el aire como una cuchillada