Ella respiró profundo, buscando las palabras correctas.
—Ahora entiendo tu comportamiento, tu miedo, tu intensidad. Dios mío, perdóname por haber salido de tu apartamento de esa manera, por no haberte llamado, por haber ido a casa de Gabriel... y después haberte echado. Me desesperé. Ver que él recibía ese golpe, por solo estar ayudándome, me puso mal... pero nunca quise lastimarte. Perdóname, amor. Yo nunca... nunca te voy a cambiar por él. Porque eres tú a quien amo.
Thor cerró los ojos y pegó el rostro a su cuello, aspirando su olor, como si ese momento sellara algo dentro de él. Le dio un beso cariñoso en la curva del cuello y susurró:
—Yo también me equivoqué. Tengo que mejorar en muchas cosas, pero estoy dispuesto a cambiar... por mí, por ti, por nosotros.
Celina sostuvo sus brazos con fuerza, sintiendo el corazón calentarse.
—Me estás trayendo de vuelta a la vida, Celina —continuó él, bajito—. Haciéndome querer tener una familia otra vez. Un hogar. Una razón para luchar con