Celina miró fijamente a Thor, sorprendida por la actitud, tratando de entender lo que acababa de pasar. El silencio entre ellos era espeso, denso, casi sofocante. Thor aún la miraba con una expresión indescifrable, la mandíbula tensa y los ojos chispeando de celos mal contenidos.
—Thor... ¿te volviste loco? —dijo, aún tratando de absorber el shock.
—¿Quién es ese tipo? —repitió, con la voz más grave, controlada, pero visiblemente irritado.
Celina respiró profundo, tratando de mantener la compostura, pero su pecho ya jadeaba con la presión de ese momento.
—Es Gabriel —dijo, pausadamente—. Lo conocí en el restaurante donde almuerzo casi todos los días. Nos vimos algunas veces por casualidad, después empezamos a conversar... y salimos una vez.
Thor dio un paso adelante, los ojos clavados en ella.
—¿Salieron?
—Sí, salimos. ¿Y sabes por qué? —Alzó la barbilla, sintiendo el dolor atorado en la garganta transformarse en fuerza—. Porque fue gentil conmigo. Porque me escuchó. Porque me t