Celina cerró los ojos por un segundo y asintió con una pequeña sonrisa.

—Sí... solo una leve náusea, cosa tonta.

Thor continuó mirándola fijamente, como si tratara de ver más allá de la respuesta. Pero no insistió. Solo extendió la mano hacia ella.

—Ven. Vamos a impresionar a la filial juntos.

Celina se rió bajito y tomó la mano de él, saliendo del auto con el corazón acelerado. No era solo el edificio nuevo, la situación o la empresa... era lo nuevo que estaba comenzando ahí, lado a lado con Thor.

El elevador privado de Thor era amplio, silencioso y moderno, con paredes espejadas y una luz suave que contrastaba con la oscuridad elegante del piso. Tan pronto como las puertas se cerraron detrás de ellos, el silencio se instaló como una pausa en el tiempo. Thor llevó la mano al panel y, sin avisar, presionó el botón de parada de emergencia. El elevador se detuvo con suavidad.

Celina lo miró sorprendida.

—¿Qué pasó?

Thor la miró, firme, intenso.

—La última vez que estuvimos junto